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"El que anda con sabios, sabio será"

Prov.13.20

Aurora.

Era el momento de la comida. Salí de la clase con mochila en mano, en el lado este del plantel caminé para entrar al comedor. Lo que no me esperaba era el bullicio de gente a mi alrededor. En resumen, todos los chicos y chicas de todos los grados y cursos salían a la cafetería al mismo tiempo, hablando a gritos algunos y otros empujando con prisa. Laura había dicho que no se podía reservar lugar en el comedor, pero no entendían, había miles de mochilas ocupando un lugar vacío para reservarle el lugar a un amigo.

— Lo siento por llegar tarde. No termino temprano mi curso.

Le dije a Luz mientras hacía a un lado la mochila en el lugar apartado, para mí, claro.

— Y, ¿cómo te ha ido? — me pregunta emocionada.

— Bien. Las clases arrebasaron mis expectativas.

— ¡Qué bien!

— ¿Y tú? — le pregunté, cuando ella volvió sus ojos confundida atrás de mí.

— ¡Qué onda todos! ¿Puedo sentarme?

Adrián había llegado con su entusiasmo normal frente a todos para tomar el lugar que estaba a mi lado.

La gente seguía llegando a la mesa, y pronto pude sentir que se me revolvía el estómago, de repente.

— Hola — dije cortante, sin voltearme.

Estaba de espaldas a él, como que no queriendo la cosa.

El siguió en su charla y yo también. Sonó el timbre para el comienzo de las clases y al levantarme, Adrián me tomo de la mano:

— Hey... ¿mañana te toca laborar en la tarde, ¿verdad?

— Si— contesté indiferente, soltándome de su mano.

— Oh, qué bien. ¿Te gustaría ir a la playa saliendo? Iremos los de la tarde a hacer una fogata y así, ¿qué te parece?

Me lo pensé. Fruncí el ceño. Aun no entendía porque tanta insistencia.

— ¿Laura ya lo autorizó? —pregunté.

— ¡Claro! ¡Si ella va a estar ahí! Le toca supervisarnos. Vamos, un rato, no pierdes nada.

— Vemos, ¿vale?

— ¡Ok, pequeña!

Luz soltó una risita extraña y nos encaminamos juntas a nuestra clase.

Al día siguiente, en sábado, a la última hora de clase, salí corriendo por mis cosas para prepararme para mi horario de trabajo en la cafetería. Luz y yo, y unos cuantos, incluyendo Adrián, subimos al autobús para llegar a nuestro destino. En el camino contemple la verde extensión del paisaje y parte brumosa de la ciudad. Nunca había pensado conocer este lugar mitad urbano, mitad rural. Llegamos a la cafetería y preparábamos los snacks de la tarde, junto con la cena. La gente estaba amable y cómoda; no fue un día tan pesado, gracias a Dios.

Sin embargo, terminando nuestras labores, me sentía totalmente cansada. A continuación, o me sentaba o iba y caminaba unos cuantos kilómetros para acostarme en la arena. Estaba decidida a irme directo al plantel, cuando Adrián volvió a correr tras de mí.

— ¡Aurora! ¿Si vendrás?

Me pregunto, entusiasmado.

Me quedé callada un momento, volví mi mirada y Luz ya estaba subiendo al bus. Suspiré. Ella me miraba con recelo.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora