"Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza"
Romanos 5.3-4
Alejandra.
Observe más allá de las olas del mar y encima de mi cabeza refulgía la luminosidad de los rayos del sol. El aire siseo al lado de mis orejas, disparándose alrededor de mi cuerpo y alborotándose mi larga cabellera. Exhalo profundamente disfrutando de la vista y el sonido del mar. De repente, soy consciente del cotilleo de los pelícanos y de los pasos de mi esposo que se aproxima al balcón donde me encuentro.
Sonrío, me vuelvo hacia las páginas de mi biblia y sigo leyendo:
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios.
Parece difícil, pero puedo decir con toda seguridad que lo he logrado. Es difícil amar a quien ni conoces, pero es mucho más complicado amar a quien te ha lastimado. Fue fácil esperarlo, pero lo más aterrorizante fue perdonarlo para poder así comenzar a perdonarme a mí misma, y así, amarme como Dios me ama.
Los besos tuvieron que esperar cuatro años para repetirse y, cuando por fin sucedieran ya estuviéramos felizmente casados. Las promesas de Dios son perfectas y esta promesa ha sido cumplida.
ꟷ Y no te cansas de admirar las olas del mar, amor. ꟷ me sujeto la mano y la apretó con dulzura.
ꟷ Este mar es diferente. Es un mar completamente azul y cristalino — dije en un susurro
Entonces tomo mi rostro entre sus manos y se inclinó. Me beso con suavidad y ternura y me deje perder entre sus caricias.
Eder está a mi lado, aún después de su perdida, su luto y recuperación, decidió darnos una oportunidad. Puede que nunca voy a reemplazar lo que fue Aurora para él, pero lo había aceptado porque juntos habíamos construido un camino con propósito para Dios. Habíamos levantado no solo una, sino dos iglesias nuevas dentro del país, e íbamos por más. Y yo estaba dispuesta a acompañarlo a donde quiera que vaya. Perdonándole el hecho que el seguía amando a la que fue su primera esposa, y no era nada raro, pero la espinita estaba ahí y dolía.
Eder.
Había pasado tanto tiempo. Observaba los trozos de papel dentro de la Biblia de la que era de Aurora. Seguía abierta en la misma página en la que la había dejado antes de morir. Siempre, todas las noches, al encerrarme a platicar con Dios o leer la Biblia, llegaba al pasaje que me recordaba el acto que debería hacer cada día de cada mañana, junto a mi linda esposa y a los demás: <<El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.>>
¡Por fin Dios me había puesto un alto! Estaba muy seguro de lo que tenía que hacer.
Me resulta imposible describir la intensidad de mis sentimientos en aquel preciso momento: amor, tristeza, rabia, esperanza, todos mezclados. Si hubiera sido posible, habría intercambiado mi vida por la de ella. Pero esa decisión no me tocaba a mí, sino a Dios. Aun no entendía, pero aceptaba y conforme pasaban los días me hacía más fuerte. Aunque me costó un poco, logré recuperar el control en mi cuando la vida de Aurora se iba de mis manos ese día de nuestra boda y, acto seguido, le acaricié la cara, deslice mis dedos por sus suaves mejillas. Me maravillé de su bondad que vi en sus ojos. Incluso en esos críticos momentos, Aurora era perfecta.
Se me formó un nudo en la garganta al recordarla. Sin embargo, sabía lo que tenía que hacer. Puesto que tenía que aceptar que ella ya no estaba aquí. Estaba enamorado de ella, tan profundamente enamorado de ella.
Aurora era más que simplemente la mujer que ame y amo aún. En aquel tiempo, ella me ayudo a ser el hombre que soy ahora. A dejar atrás malos hábitos y fijar mis ojos en las cosas verdaderamente importantes. Con su carácter firme, me enseñó la importancia de ayudar a la gente con bondad, a ser misericordioso, a tener paciencia, a tener fe. A vivir por un propósito más allá de nuestros deseos y anhelos. Su valor y optimismo en medio de las dificultades me termino por cautivar. Esa fuerza también la quería tener yo.
Me enseño el valor de esperar y no precipitarse, tener fe con fuerza y valor. También me enseñó el valor de perdonar y lo el efecto de redención que causa este acto de amor. Ella había perdonado a Mauricio, a muchos otros, que no guardaba rencor y seguía con su vida. Aurora no sólo era alguien que "salvo mi vida por medio de Cristo", sino que, también nos salvó a todos a su alrededor.
El día de su entierro, la mayoría de sus conocidos asistieron y me sorprendió ver a Bertha, Mauricio y muchos otros más, recibiendo la salvación de Cristo, gracias a que, como lo había mencionado antes, Aurora les mostro el amor de Dios tal y como lo marca la Biblia.
Aún recuerdo mi despedida. Antes de que los enfermeros la llevaran con el médico forense, tomé su rostro y le di un dulce beso en sus labios, que estaban fríos y secos. No importo, yo quería rozar por última vez mis labios con los suyos.
Han pasado cinco años desde su muerte y todavía lo recuerdo como si fuera ayer. Quizás sea más grande, más sabio, sea pastor y dirija dos iglesias junto a mi linda esposa Alejandra. Pero... todavía la amo y aún tengo guardado el anillo de compromiso. En todos estos años, no he querido dejarlo.
Así que respiro hondo, dejando entrar oxígeno a mi cuerpo. Sonrío serenamente, con la vista fija en el cielo, sé que ella está en un lugar mejor, con Él. Y es al lugar donde también yo quiero ir.
FIN.
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Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]
SpiritualTras la muerte de su amiga, Aurora lucha por seguir con su vida a pesar de su doloroso duelo. Sedienta por vivir en la presencia de Dios; decide permanecer en su amor. Aurora trata de encontrar las fuerzas para levantarse en medio de la tribulación...