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"No saben dónde encontrar paz o qué significa ser justo y bueno. Han trazado caminos torcidos y quienes los siguen no conocen un momento de paz"

Isaías 59.8

Jonathan.

Mis ojos se posaron, a lo lejos, sobre el atardecer cayendo, con las nubes esparciéndose por todo el cielo. Mi mente seguía divagando en tristes recuerdos y terribles pensamientos, pero el silencio se había vuelto menos hostil a mí alrededor. El ambiente se enrareció cuando mis ojos se fijaron en un hombre sordomudo que acababa de entrar al autobús. Él empezó a repartir unas tarjetitas a todos los pasajeros que se encontraban presentes, fueran niños, fueran adultos, todos sin excepción. Cuando se aproximó a mí, él alzo la vista, sorprendido. Quizá se había dado cuenta de mis ojos inyectados completamente de sangre y mi cara larga y demacrada. Sin decir una sola palabra, extendí mi mano y tome una de sus tarjetas. << Denme lo que ustedes consideren>>, decía un letrero que levantaba en lo alto.

Incline mi cabeza y comencé a leer las palabras que yacían escritas en el papel, con letras cursivas: "He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo."

Al leer esas palabras, suaves pero a la vez fuertes como piedra, sentí como mi corazón se reconfortaba. Me sentía en medio del abismo, y aun así, Dios me está mandando mensajes por medio de otras personas; aun sin merecerlo.

ꟷ ¡Regrésale la tarjeta, muchacho! ¡Es un maldito estafador! ¡Ni siquiera esta sordo!ꟷ me exclamó un señor que estaba a mi lado.

Su rostro emanaba enojo, frustración y decepción. Posiblemente no ha sido su mejor día, y luego este hombre viene a darnos palabras de esperanza sin poder hacer más, simplemente dándonos sus inútiles tarjetas. Que fastidio.

ꟷ ¡Hey, tú! ꟷ grito el hombre al sordomudo.

Me quede boquiabierto, con los ojos como platos, sorprendido de su tan hostil y reprochable forma de actuar. Me quede helado, sin saber que decir. El señor sordomudo, con señales, hacia todo lo posible por sacarlo de su ira y necedad al otro caballero. Uno alardeaba mientras el otro mandaba señales con las manos. Se habían convertido en el circo de aquel momento, lo que provoco en mí una ligera sonrisa sobre mis labios.

ꟷ ¡Sé hombre! ¡Ya búscate un trabajo digno, cabrón! ꟷ gritaba sin parar.

El sordomudo se empeñaba a propósito de parecer débil y pobre, pero desde luego el otro no parecía tener compasión alguna con él. Intente captar la mirada en aquel minusválido, pero desvié los ojos hacia la ventanilla. Todo aminoro cuando el hombre sordomudo no siguió contestándole, porto una actitud humilde y dio la espalda. Al instante, comenzó a levantar las tarjetitas. << ¡Mierda! Quiero esta tarjeta y no tengo dinero, ¿ahora qué hago?>>, pensé desesperado. Hurgue, diligente, dentro de los bolsillos de mi chaqueta, en busca de alguna moneda para poder comprar la tarjeta.

ꟷ Ten, es todo lo que tengo. ꟷ dije apenado, extendiendo mi mano a la suya.

Mordí el anzuelo, porque le estaba dando algo muy valioso. El chocolate me ayudaba a levantar el efecto de las drogas dentro de mi cuerpo. Definitivamente, era de vida o muerte.

Sin embargo, la mirada repugnante y confundida del hombre, me mando el mensaje que eso no era lo que él estaba esperando. Lo miré con los ojos entornados, tomo la tarjeta y se marchó sin más.

Más tarde, cuando estaba cerca de mi destino- y ni siquiera estaba seguro para donde iba- bajé a toda prisa del autobús, corriendo a grandes zancadas hacia el área peatonal de la avenida. << Prepárate, vas a entrar en un proceso>>, dijo una voz dentro de mi mente, corazón, alma, lo que sea que sea esta cosa.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora