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¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!

Isaías 52.7

Aurora.

Eder esta mejor. Eder está bien. Eder está vivo.

Antes, como cristiana, creía que la depresión era un suceso que no debería pasar un creyente. Pero ahora, me doy cuenta, que siendo humanos siempre están los tropiezos, las caídas, las tristezas, así como también las alegrías. Somos humanos creados con sentimientos, y esto es algo que me hizo recordar una frase muy popular del famoso escritor C.S.Lewis : las dificultades preparan a menudo a una persona normal para un destino extraordinario. Lo que llego a la conclusión que tiene que haber un desorden para un orden. Después de cada circunstancia una herida se crea para que eso que lastima salga y sólo Dios puede restaurar esa parte dañada. Pero para eso, tiene que salir de lo profundo de nuestro ser aquello que nos oprime o nos destruye.

Aunque ya había pasado el tiempo de duelo, yo aún me ponía nerviosa con cada llamada recibida de Eder o antes de ir a su casa de visita. Para mí era un martirio. Constantemente tenía que recordarme que Dios es mi fortaleza y que esa fuerza que recibía tenía que compartirla con mi mejor amigo.

A pesar de todo esto, me sumergí en el ministerio de misioneros de la Iglesia local y estatal. Después del encerrón y los cursos, adquirí "visión de misionero" y todo lo demás se fue acomodando. Me invadió la calma cada que entraba a mi habitación a tener un tiempo con Dios, entre mi biblia y mis oraciones.

Lo único malo... no tenía ya muchas noticias de Nazaret. Sólo sabía que estaba dirigiendo la alabanza de la iglesia a donde había ido junto a otro chico, de ahí en fuera, parecía que se lo había tragado la tierra.

(...)

Clave los ojos en el cielo y me puse detrás de los demás jóvenes esperando su turno para entrar al autobús. Hoy es nuestro primer día de misiones. Nos dirigimos hacia la ciudad de Querétaro. Nuestro grupo de misiones lo conforman: Tania, un chico de otra zona llamado Rene, una chica muy tímida llamada Sara y un hombre viudo de nombre Adolfo. Entonces, la última en subir soy yo y ha llegado la hora de marcharnos. Los del autobús hacia Puebla salen primero. Paso junto a ellos oyendo como vociferan y aplauden emocionados, deseándonos la bendición de Dios mientras se marchan. Vuelvo la vista atrás por la ventanilla en el último segundo antes de que el autobús avance y, de inmediato, desearía no haberlo hecho: los ojos de mi madre abrasan los míos y mi padre me sonríe de oreja a oreja. Al principio, puedo notar el rostro caliente y mis ojos llorosos, los voy a extrañar mucho, pero saben que estoy haciendo lo mejor que puedo.

Al llegar, todos bajamos hacia la estación de buses. Nos entregan nuestras maletas y caminamos entre el gentío. Las personas que tengo detrás me empujan para que avance y yo apresuro los pasos sin quitar la vista de mi equipo. Después de que Rene hace una llamada al pastor de la iglesia de esta zona, nos dirigimos hacia un hotel cerca de la estación.

Luego de unos minutos para llegar a nuestro destino, Rene nos da instrucciones de dejar nuestras pertenencias en los cuartos correspondientes y descansar para que al día de mañana nos preparemos para la bienvenida que nos tiene la iglesia "Centro Cristiano Querétaro".

Entré a mi habitación dando traspiés junto a Tania – ahora mi compañera de cuarto -, y me acosté en la cama junto a la ventana. Extendí mis brazos encima de mi cabeza y traté de respirar profundamente. Estaba agotada.

— ¿Te confieso algo? — comentó Tania a lo lejos.

— Si — contesté sin abrir los ojos.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora