"Panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos"
Proverbios 16.24
Aurora.
Prácticamente salí corriendo a la dirección de los pastores en cuanto anunciaron la convocatoria de grupos misioneros del año.
Estaba lista. Me sentía lista. Después del año nuevo, oré y pedí confirmación a Dios. Al paso de los días me encontré enfrascada en sueños donde ayudaba a la gente a levantar muros de piedra de sus casas devastadas y gastas, y otras, en las que predicaba el evangelio a un grupo de personas de diferentes razas y lugares. Fue muy raro. Me había pasado los últimos meses que, si pedía confirmación, Dios implementaba en mis sueños y me llamaba a algún libro de la biblia. Fue genial volver a ver a los amigos de las otras sedes de la iglesia, claro que sí, pero echaba de menos a mis chicos: Nazaret y Eder. Supongo que me siento un poco incomoda porque parece que juego con ellos, pero no, ambos significan para mi cosa totalmente diferente.
Nazaret era mi naranja completa. Bien dicen que cuando encuentras a tu media naranja quiere decir que estas en medio de la felicidad plena si a relaciones se habla. Pero para mí, esa expresión era incorrecta al referirte a encontrar al hombre o a la mujer de tu vida. Se trata de estar completos, ambos, con todas las ganas de amar y ser amado, para ser un complemento exacto y agradable ante los ojos de Dios. Si estamos completos – nos amamos a nosotros mismos -, entonces, solo entonces, estamos preparados para estar juntos y ser un gran equipo. Por eso la palabra dice "ama a tu prójimo como a ti mismo". Necesitas amarte tu primero para tener la capacidad de amar a otra persona. Por eso Nazaret es mi naranja completa, mi chico, el futuro esposo y padre de mis hijos... si es que Dios aun lo quiere.
Y Eder era un increíble amigo. Irradiaba energía positiva y trataba de acoplarse a los demás. Siempre bromeando y riendo. ¿Qué persona no le gustaría pasar tiempo con él?
Ahora, debo sincerarme. Me dolió mucho el último día que vi a Nazaret. Sabía que su llamado era ser un adorador, escribir canciones sobre Dios y cantarlas al mundo entero, pero no veía venir que se cumpliera tan rápido ese propósito.
Estábamos sentados el uno frente al otro, como hacíamos cada que salíamos a comer juntos. Esta vez, sin embargo, todo era distinto. No sólo porque ya nos habíamos confesado nuestro amor. Esto era un hasta luego. Y no una despedida cualquiera – temporal, pero era una despedida -, sino que me encontraba con el más guapo y ferviente seguidor de Jesús de mi iglesia, fue mi amigo, y estábamos a pasos de ser algo más. Pero, primero era cumplir el propósito y servir, después venía todo lo demás.
Di un gran trago al jugo y Nazaret me sonrió mientras esperaba que dijera alguna palabra. Cada que hacía eso me entraba nauseas. De ese tipo de nauseas de nervios y miedo a la vez, todo junto como un remolino a punto de ebullición. Tenía la sensación de que debía decir algo, una palabra de aliento, pero lo único que salió de mi boca...
— Y bueno... — fue mi última respuesta.
De repente, Nazaret tendió la mano libre hacia la mía.
Vaya. Juro que hasta la piel se me enchino. Mire fijamente su mano sobre la mia pensando, recordando todos esos momentos juntos los últimos años. Por desgracia, empezaba a temer su pronta partida y jamás volverlo a ver.
— ¿Por qué no dices nada? ¿Qué pasa? — me pregunto preocupado.
Fruncí el ceño.
— No sé qué decirte. Solo quiero disfrutar este momento contigo, y verte... — mis ojos se llenaron de lágrimas.
Asintió.
— No te agobies porque me voy a ir, será para algo bueno y no es un adiós.
Me tragué mi maltrecho orgullo y rompí en lágrimas frente a él. Además de Eder, era el único que me deseaba los buenos días todas las mañanas e incluso podía orar con él en las madrugadas cuando no podía dormir.
El comentario me dejo con ganas de salir corriendo y huir. Nazaret era una de las personas más importantes para mí.
Siguió hablando:
— Nunca he tenido una amiga como tu desde que era pequeño. Siempre quise a alguien en quien confiar y ser yo mismo. Contigo ha sido así siempre. Para mí, el irme no cambiara nada. No tendremos problemas mientras yo esté en Monterrey— bajo la voz y se inclinó hacia mí —. No sé. Supongo que le damos muchas vueltas. Es que me gusta esta relación que tenemos. Las cosas han cambiado mucho desde que tu llegaste a mi vida. Eres especial, recuérdalo siempre.
Las comisuras de mis labios se levantaron y agrande los ojos como si lo que acabara de decir fuera una revelación. Ya lo sabía, pero nunca se había atrevido a hablar así de mi frente a mi cara.
— Gracias a Dios soportare estos días y meses sin ti.
Me sorprendí de las palabras que salieron de mi boca y también de la timidez con la que las pronuncie.
Nos quedamos ahí un momento más y fuimos a ver la función de las tres en el cine. Nazaret y yo nos quedamos platicando horas y horas. Todo el nerviosismo y tristeza se había esfumado repentinamente.
Después nos pusimos en marcha en el carro con todo y sus maletas y lo lleve al aeropuerto. Solo volví a ponerme nerviosa cuando llego la hora de despedirnos. ¿Por qué? Porque tenía ganas de besarlo y abrazarlo. No solo porque estaba enamorada de él y no quería que se fuera sino porque, por primera vez desde que había llegado a mi vida, tenía miedo de perderlo.
Así que lo abrace con fuerza y el hizo lo mismo.
No volvería a verlo no sé cuándo así que no desperdiciaría ninguna oportunidad.
(...)
Cuando Nazaret llego a su destino en la otra iglesia de Monterrey me encontraba en el campamento de Vino Nuevo instalándome en el "encerron misionero", preparándome para mi llamado. Apenas llegué, la pastora nos mandó a guardar nuestras maletas en las habitaciones de las cabañas que estaban cerca del auditorio. Era un lugar muy hermoso y enorme, lejos de la ciudad. Los arboles invadían casi todo el terreno de cerca. En medio de nosotros se encontraba la cuadrada y llamativa alberca semi olímpica. Un buen lugar para descansar. Pero de lo que nos enteramos es que era un lugar construido precisamente para eventos de culto de la iglesia, o bien, organizaciones misioneras como estas. Era muy difícil creer lo que estaba viendo. Cientos de jóvenes nos encontrábamos ahí, llenos de emoción y alegría por cumplir el llamado y servir a la comunidad. Lo mejor estaba por comenzar y aun no me podía imaginar lo que acontecería en los viajes misioneros que íbamos a realizar.
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Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]
SpiritualTras la muerte de su amiga, Aurora lucha por seguir con su vida a pesar de su doloroso duelo. Sedienta por vivir en la presencia de Dios; decide permanecer en su amor. Aurora trata de encontrar las fuerzas para levantarse en medio de la tribulación...