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"No tengas nada que ver con gente violenta, ni te hagas amigo de gente agresiva, para que no imites su conducta y tú mismo te tiendas una trampa."

Proverbios 22:24-25

Aurora.

A la mañana siguiente, viernes, me levanté temprano. Leí la biblia y oré. Mi madre pronto toco a la puerta, ella nunca me despertaba, había hecho rutina de levantarme a las cinco de la mañana para poder tener mi tiempo devocional, así que no era necesario.

— Son casi las siete — me dijo.

— Entro a las nueve— le contesté —. Quede dormida como un bebé, pero aún tengo sueño.

— ¿Hiciste tu devocional?

— Si mamá. También por eso tengo sueño.

— No hay pretextos. Ya daté un baño y baja a desayunar. Hice panqueques y hay leche con chocomilk.

Mamá sabía mi debilidad: el chocolate con leche.

— ¿No vas a salir a hacer algo con Eder, Tania, o quien sea?

Su pregunta me libero de entre mis pensamientos. Había olvidado que quede con Eder.

— Si. Voy a mandarle un mensaje a Eder para preguntarle si aún quiere ir al centro comercial.

Mi madre sonrió y cerró la puerta.

Mandé un mensaje a Eder, me duché, vestí y mi madre y yo desayunamos juntas antes de irme a la escuela. Tenía clases de Análisis cuantitativo de mercados, una hora de teoría y la práctica la llevaríamos con un mercadologo invitado a la clase. Me resulto interesante la clase, que no me di cuenta que a la media hora de comenzar la clase Eder ya me había contestado el mensaje:

Genial, bebé. Entonces Itallianis a las 17:00.

Me fui de la universidad en coche directamente a la entrada del centro comercial. Estacioné el auto y me fui diligente al sitio de encuentro.

— ¿Qué quieres hacer? ¿A dónde vamos primero? — me preguntó cuando entramos.

— No sé. ¿Ya viste la cartelera del cine?

— No. Pero mejor... tengo ganas de jugar, ¿y si vamos a Recórcholis?

— Mmmm... ok.

Fuimos a jugar en los bolos, videojuegos, y después de ganar unos cuantos tickets, con eso Eder compró un oso de peluche enorme que me regalo. Reímos, bromeamos, vociferamos, la estábamos pasando tan bien.

— ¡Mira!

Señalé la marquesina del restaurante Perros y burros.

Abrió los ojos como platos.

— ¡Hay dos por uno en nachos con doble queso!, lo sabias, ¿verdad? — dijo Eder emocionado.

— No, pero ya que estamos aquí...— sugerí.

Cuando entramos en el restaurante y nos formamos en la cola, la sonrisa de Eder se desvaneció.

— ¿No es ese Mauricio? ¿Tu ex?

Mis ojos se volvieron y se posaron sobre Mauricio quien ahora estaba bien acompañado de una chica. No me dolió, me fue indiferente, sonreí.

— Ojalá sea muy feliz.

— ¿Lo dices en serio? — me pregunta preocupado—. Cuanta cosa no viviste con él. ¿Qué sientes de volverlo a ver?

— Gratitud.

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora