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"Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino andad por él..."

Isaías 30.21

Aurora.

Aurora te amo.

Las palabras tan dulces y sinceras de Eder resonaron en mi cabeza, como taladro. Mi corazón dio un vuelco.

Sentimientos y pensamientos se arremolinaron dentro de mí, haciéndome caer en picada. Lo siento, no era el momento de amoríos, era el momento de encontrarme con Dios y conmigo misma. Necesito un tiempo lejos de todo y de todos.

Antes de responderle algo, en mi cabeza oro: "Esta bien, Dios, ¿qué expresión o qué quieres que diga respecto a sus sentimientos?". No tardo ni un segundo: "Son solo amigos, vete."

— Te quiero, eres mi mejor amigo

A continuación, hice lo que nunca, ni siquiera con Nazaret. Le di un beso en la frente y me marché sin voltear.

Al bajar al vestíbulo de la casa, me encontré con Tania quien me ayudo a llevar el resto de las cosas a la cajuela del auto y mis padres estaban en un mar de lágrimas esperándome afuera.

— Nos vemos hija. Te amo.

Mi madre me toma del hombro y en un arrebato me abraza soltándose a llorar. Mi padre masajea mi espalda con su mano y me dice que me ama. Yo también me encuentro llorando, con los nervios y los sentimientos a flor de piel. Sé que esto es una buena decisión porque es algo que Dios me ha llamado a hacer.

— ¿Te has despedido de Eder? — me pregunta mi madre cuando me suelta.

Antes de responderle, veo como Eder sale de la casa echo un mar de lágrimas y como rayo se marcha corriendo. Tania me ha tomado de la mano y me susurra:

—No veo cual es el problema. Tú sabes que te gusta Eder. El ya no es un rollito de una sola noche y dejo todo por ti.

Se hizo un silencio incómodo hasta que hable.

—Me gusta, pero... — estoy a punto de confesarle, pero en el último segundo no puedo, tengo que continuar con el plan.

Mis padres y Tania están mirándome, puedo sentir el calor en mis mejillas arder en mi rostro.

— No puedo hablar sobre eso aquí. Digo, no por ahora.

— Hija —mi madre me interrumpió —. No te sientas mal por la decisión que has tomado; el escoger a Dios y sus caminos profundiza tu devoción por Él.

— ¡Oooh, si! Tu mamá tiene razón — menciono Tania.

Yo sonreí y los abracé a todos.

Mientras mi padre terminaba de meter lo último de las maletas, yo me conecte a Instagram y publique en mi historia que iría a Tijuana, emocionada y expectante de lo que Dios iba a hacer en mi vida durante un año. Segundos después, llego a mi móvil la notificación de una respuesta a mi historia de un tal @adrian_boy. Este chico me decía:

" ¿Cómo? ¿Te vas a ir para allá? ¡Que padre!".

Yo fruncí el ceño, me pareció extraño que me escribiera ya que no lo conocía. Entre a su perfil y al ver sus fotos y su rostro, lo supe. Era el chico que vi en el concierto, a quien decían que era el hijo de uno de los predicadores. Su nombre era Adrián y tenía la misma edad que yo. También acababa este año de a graduarse, pero en la carrera de Negocios Internacionales.

Respondí:

"Si, ¿tú crees? Gracias"

— ¡Aurora!

Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora