"Nos diste plena autoridad sobre todo lo que hiciste; nos diste dominio sobre toda creación"
Salmo 8. 6
Eder
—Bien, y dime, ¿Que es lo que necesitas asegurar que está bien o que está mal? —pregunto mientras anotaba en su cuadernillo.
Contuve el aliento antes de contestar temiendo que, diciendo la verdad mostraría lo inseguro que soy realmente. No estaba seguro del todo.
—Me gustan los hombres—lo solté con ligereza—. Pero no estoy seguro... de si es porque realmente me atrae o porque viví una violación desde pequeño. Tengo miedo que sea por la segunda opción.
Ella se volteo hacia la ventana, pensando. Suspiro y se volvió a mí, sonriendo.
—¿No estás seguro de que te gusten los hombres? —pregunto.
—Sí, no... no sé. Estaba seguro hasta antes de que mi mama me confrontara con una pregunta.
—¿Qué pregunta?
—Me pregunto que, si yo no hubiese sido abusado de niño, yo no sería gay. —dije, bajando la mirada avergonzado.
La psicóloga me tomo de la mano. Cuando me la estrecho, sobresalte un poco.
De repente, me sorprendo a mí mismo dando explicaciones del porqué.
—Me siento culpable, ¿sabe? Tal vez yo tengo la culpa de que mi tío me violara, de que después de eso confundiera las cosas a tal grado de pensar que me gustan los hombres, no sé, no puedo pensar bien. —dije con voz temblorosa.
La vi a los ojos fijamente y ella me sonreía de forma cálida mientras estrechaba mi mano.
—Bueno, Eder —comento la psicóloga viéndome a los ojos—. No fue tu culpa, no es tu culpa. Tú fuiste expuesto a algo que no debiste sufrir en la niñez. Si tu realmente eres o vas a ser gay, que sea tu decisión. Que no sea la decisión de alguien más sobre tu vida, ¿si me estas entendiendo?
Cerré los ojos, inspiré a fondo y me prometí a mí mismo: "no voy a llorar, voy a tomar una decisión", "no voy a llorar, no voy a llorar." Le eche una ojeada, me miro y articule con voz queda las palabras más tristes pero sinceras del mundo:
—Mira, primera vez que tengo la oportunidad de seguir con mi vida. Creo voy a tomar ese camino, veré cual será mi decisión.
—¡Eso espero! —asintió la psicóloga.
Al salir, mi madre me estaba esperando para llevarme a casa después de la sesión. Siempre se alegraba mucho de verme a pesar de las circunstancias. Hacia pocas horas que nos habíamos visto.
—¿Qué tal estuvo? ¿Cómo te fue, ¿eh? —me pregunto mientras me daba un abrazo.
—Bien —le asegure.
Agarré mi bolso y cerré la puerta. Mi madre echó a andar el coche. Note que se me hacía un nudo en el estómago conforme íbamos paso a nuestro destino. Siempre me pongo sentimental cuando estoy a punto de tomar una decisión definitiva.
(...)
Ese día, más tarde, sentado sobre el sofá me puse a meditar. He de admitir que el estridente hecho de mi duda a la sexualidad ha causado más estragos en mi familia que cualquier otra cosa, entonces, he aceptado que ha sido un error el dudar de que me gusten las mujeres. Yo tengo seguridad de mi hasta cierto punto, pero soy consciente de que veo hermoso el rostro de un joven y los bíceps en su cuerpo. Tengo tendencia a vestir de forma afeminada y pintarme el lagrimal de negro, mientras que en mi mente lucho en que eso está mal, aunque lo encuentre satisfactorio.
Me pongo unos jeans nuevos ajustados y rotos. En la parte de arriba una playera tipo polo de animal print sin mangas.
La fiesta de esta noche es igual a todas las demás que he ido. El departamento de mi colega está repleto de gente, alcohol y drogas, y una que otra prostituta. ¿Por qué no mejor me quede en casa meditando más sobre este asunto?
Mis "amigos" aparecen en cuanto llego. Yo encuentro un lugar en el balcón, unas sillas de madera frente a la vista de la ciudad. Entonces, de pronto, aparece Carlos.
—Hola cariño —dice después de sentarse a mi lado y darme un beso en la mejilla.
Lo esquivo de manera mezquina y me vuelvo hacia el otro lado. El frunce el ceño dándose cuenta de mi indiferencia.
—¿Qué te pasa? Andas de apretado, ¿o qué? —me pregunta a la defensiva.
Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza, sin decirle una sola palabra.
—Has de querer que te de un masajito de los que te gusta, bebe —me dice rosando sus dedos suavemente sobre mi hombro.
Sin pretenderlo, lo vuelvo a esquivar y me levanto enfurecido del sillón. El juego continúa, Carlos sin previo aviso tira de mi brazo y se abalanza encima de mí. Quedamos frente a frente y nuestros ojos fijos con el otro.
—Tengo ganas de quitarte la camiseta y dejártela así todo el día—me susurra al oído.
Siento escalofríos, pero... veo a mi alrededor, la música zumba dentro del departamento, las chicas de mini falda y plasta de maquillaje bailan, chicas se besan con chicas, un tipo está haciendo el ridículo dentro brincando encima de la mesa, unos están jugando con botellas y pelotas de ping pong. ¿Cómo he acabado con este tipo de personas inadaptadas?
—¡Ahora no, Carlos! Déjame en paz, ¿ok? —le exclamo mezquino.
—¿Pero qué chingados te pasa?
—Pasa que no soy tu tipo y deberías de buscarte una chica con la que acostarte y quitarte esas ganas.
Enseguida él se levanta y me da una bofetada. El estruendo del golpe llama la atención de nuestro alrededor. Yo me muerdo el labio antes de hablar.
—¡Ahora resulta que te haces el muy "hombrecito"! ¿Qué rayos te pasa? No me diga que tu platicadita con la psicóloga te hizo cambiar de mando.
—Lo que sea, pero esto no está bien y necesito cambiarlo.
—Da igual, acéptalo. Esto es lo que te gusta y lo que serás siempre.
Cierro los ojos con fuerza y de momento, lo empujo y salgo corriendo.
Regreso tambaleándome al interior del departamento, pasando por altos los empujones y silbidos de lo demás – la mayoría son gays y lesbianas -, pero, ¿son mis amigos?, no lo creo. Solo están aquí porque están igual de confundidos, necesitados, o todo lo que sea como yo; buscando la misma respuesta que entiendo, solo una persona puede dármela.
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Amar merece la pena [TRILOGÍA #3]
SpiritualTras la muerte de su amiga, Aurora lucha por seguir con su vida a pesar de su doloroso duelo. Sedienta por vivir en la presencia de Dios; decide permanecer en su amor. Aurora trata de encontrar las fuerzas para levantarse en medio de la tribulación...