Kendrew se acercó a Harry. Aún estaba nervioso por lo leído el día anterior, las manos le sudaban y temía seriamente que se fuese a desmayar pero el pensamiento que le rondaba la cabeza le hacía tener las fuerzas para mantenerse en pie y no desfallecer.
-Tengo que hacer...algo. Hoy enséñales tú el patronus a los chicos del E.D- Le ordenó a Harry.
-Pero...tú eres el profesor.
-¡Hoy lo eres tú, Harry!- Exclamó Kendrew, casi gritando.
El Potter asintió y Kendrew salió corriendo del comedor. Dejó atrás a Edvard, dejó atrás a Fred, nada de eso le importaba en aquel momento, tenía que verlo, tenía que hacer algo ¡Tenía que hacer lo que fuera!
Corrió a toda prisa, bajó los escalones de tres en tres, sin importarle caer o resbalar. Bajó hasta las profundidades del castillo, hasta que los pasillos de ladrillo dieron paso a paredes de pura piedra. Kendrew corrió hacia la puerta y no se molestó en tocar, entró.
Snape le recibió con una ceja alzada. Lo sabía. El profesor de pociones llevaba el periódico del Profeta en la mano y en su cara se dibujaba una desgarradora pero increíble sonrisa.
-Te esperaba, McAlvey.
-¡Tengo que verlo! ¡Tenemos que irnos!
Snape alzó la mano.
-¿Y el profesor Dumbledore?
-¡Me importa una mierda ese viejo, nos vamos YA!
El profesor sacó la varita y apuntó a la chimenea. El fuego se encendió y tornó verde.
-A la mansión de McAlvey.
Ambos, profesor y alumnos, se arrojaron a las llamas esmeraldas y aparecieron en la chimenea de la cocina de la mansión.
Kendrew quedó extrañado, a esa hora del día Claudle solía estar cocinando.
Snape le animó a caminar y ambos atravesaron un millar de pasillos de piedra y madera, de cuadros y rostros agrios hasta llegar a la entrada del salón principal.
Varias personas se agolpaban en la estancia, entre las que se incluía Claudle.
Uno era un apuesto y esbelto hombre muy alto, de cabellos castaños oscuros y sonrisa ladina. Sus ojos eran de un oscuro color gris que mostraban gran picardía, una cicatriz de profundo aspecto le atravesaba la mejilla derecha. Estaba hecho un asco, vestía unos pantalones raídos y una camisa andrajosa. Era joven, posiblemente el más joven de los tres.
El segundo hombre se parecía mucho al anterior pero sus ojos eran verdes, como los de Kendrew, y su pelo más claro que el del anterior prófugo. No tenía heridas visibles en la cara pero sí unas arrugas bajo sus ojos y en la frente. Tenía el ceño fruncido y lucía una expresión cansada
El tercer hombre...bueno, el tercero era todo lo que Kendrew había soñado, todo lo que había soñado de su padre. Fergus McAlvey, con diferencia, el más esbelto, guapo y alto de los tres hermanos a pesar de ser el mayor. El largo y liso pelo castaño le caía hasta los hombros de forma irregular y enmarañada. Sus ojos grises estaban hundidos en el cráneo y en de sus manos aún colgaban grilletes. Tenía los brazos y piernas casi al descubierto, lleno de heridas y raspones cicatrizados.
La madre de Kendrew vestía como si acabase de levantar y abrazaba a su esposo con lágrimas en los ojos mientras sollozaba. Nunca la había visto llorar, ni una vez, pero ella era humana y en ese momento le habían devuelto la razón de su existencia.
-Shh, amor mío- Dijo Fergus- Ya estoy contigo.
-¡Imbécil!- Maldijo María- ¡Estúpido!
El padre de Kendrew abrazó con más fuerza a su madre mientras sonreía.
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Magia en Hogwarts [Saga de Kendrew McAlvey]
FanfictionLa vida de Kendrew McAlvey siempre fue de todo menos normal. Era un niño especial, un mago en la familia más odiada de toda Gran Bretaña, una familia cuya larga historia siempre estuvo salpicada de criminales, asesinos, nigromantes y...magos oscuros...