XXXI

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Las semanas pasaron y con la ida de los días también se iba disipando la poquísima paciencia que le quedaba a Kendrew. El colmo del colmo fue cuando una mañana se despertó y tras vestirse y arreglarse bajó a la sala común y encontró la maldita cara de Cedric Diggory en todas las túnicas de todos los Ravenclaw.

-¿Qué pasa aquí?- Inquirió el escocés.

-¡¿No es obvio?!- Protestó un chico de tercero- Apoyamos a Diggory con estas chapas ¡Molan! Cuando Potter esté cerca la imagen cambiará a una de "Potter apesta"

-¡No se merece estar en el torneo!- Protestó una Ravenclaw.

Kendrew alzó la mirada ¿Enserio? Vale que al chico le intrigaba el por qué Potter había conseguido meter su nombre en el cáliz pero ¿Llegar a eso? ¡Eran la casa de Rowena Ravenclaw! No debería preocuparse de esas cosas ni ponerse al nivel de los que estudiaban poco. El escocés trató de no expresar esa idea en voz alta, tenía clase y pasaba de que sus compañeros le diesen la brasa, cosa que cada vez era más fácil.

Cuando llegó a encantamientos observó la efectividad de las susodichas chapas mágicas: Todas las chapas de los Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin presentes pasaron a decir: Potter apesta.

Al final de la clase Kendrew salió junto a sus dos amigos que, para alivio del escocés, habían pasado de ponerse la maldita chapa.

Se dirigieron a la clase de transformaciones. Bajaron las escaleras y pasaron por el patio de encantamientos, cuando llegaron ahí una pesada presencia se hizo presente.

-¡Hola, Ken!

¡Morgana! ¿Diggory no se iba a callar o...morirse? Kendrew se preguntaba realmente si ese condenado Hufflepuff no entendía el significado de que le diesen, literalmente, una patada en los huevos.

-¿Qué quieres, Diggory?

-Nada solo me pasaba a saludarte y quería hablar contigo...en privado.

Muchos ojos se posaban sobre Kendrew, tanto de estudiantes de otras casas como de Ravenclaw y desafortunadamente todos eran menores que Kendrew y le tenían estima por lo que si le veía hablar con Diggory ¡Perfecto! Pero si veían darle otro intento de castración empezarían a sublevarse.

-De acuerdo- Aceptó Kendrew- Michael, Isaac, id yendo vosotros.

Sus dos amigos asintieron y se marcharon. Por su parte, Kendrew y Cedric se desplazaron hasta cerca de un abeto.

-Oye quería preguntarte si...ya sabes ¿Quieres venir conmigo a Hogsmade?

El McAlvey le miró extrañado, Cedric había cambiado, el año pasado no habría solicitado eso con tal amabilidad y apego sino con superioridad y picardía. ¿Ese chico era el guapísimo Cedric Diggory o un señor que se había comido al guapísimo Cedric Diggory?

Kendrew sonrió.

-Diggory, vete, otra vez, a la mierda.

-Gua...espera ¿Qué?

El escocés asintió.

-No dejaría que me volvieras a besar ni aunque tu labios me salvasen de la Viruela de Dragón.

Kendrew se despidió con una sonrisa y siguió el camino de sus dos compañeros hasta el aula de transformaciones.

Cuando la clase acabó Kendrew tenía una hora libre así que cogió unos minutos para hablar con el fantasma de Helena, a quién había cogido apego, y luego se decidió por bajar un rato al lago, en solitario ya que Michael e Isaac tenían una asignatura diferente y sí tenían clase.

Kendrew se recostó bajo el árbol de siempre, tratando de protegerse del sol. Sacó uno de sus libros de lecturas, los que se había comprado en Edimburgo y comenzó a sumirse despreocupadamente en sus páginas, fugándose de la vida de locos que ya llevaba.

Magia en Hogwarts [Saga de Kendrew McAlvey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora