LVII

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Los días pasaron y el júbilo del señor tenebroso parecía no tener fin. Los Mortífagos estaban de celebración y casi habían olvidado la misión de Kendrew. Snape fue recibido con honores por ser el verdugo de Dumbledore...el viejo, muerto. Kendrew no sabía cómo sentirse, si alegre o apenado, si jubiloso o cansado. El director tenía razón en una cosa: Voldemort arrasaría el mundo antes de que hubiese paz.

Tras un tiempo llegó el verano y de nuevo el cumpleaños de Kendrew, diecisiete años, oficialmente ya era mayor de edad en el mundo mágico. Su padre le felicitó y le regaló la llave de la casa del oeste, la que yacía frente a un acantilado y que era algo así como la casa de verano de la familia.

En el profeta salían con más frecuencia noticias desalentadoras: Muggles asesinados, magos oscuros que aparecían cada día y un aumento en los ataques de los hombres lobo, decenas de Mortífagos (el señor Malfoy incluido) huidos de Azkaban bajo el amparo de los Dementores y muchas cosas más. Era innegable que Gran Bretaña estaba cayendo en las garras de Voldemort.

El verano pasó como una sombra para Kendrew, sus padres y tíos iban a demasiadas misiones y él quedaba a cargo de la casa y de la familia. Tía Margarita estaba triste, ella era demasiado buena como para apoyar a Voldemort.

Uno de esos días, en el segundo mes de vacaciones, en los que estaba solo, Kendrew actuó, tras leer el periódico.

-Tía, voy a salir un momento.

-¿A dónde vas, amor?- Inquirió la mujer.

Kendrew pidió una gabardina a Claudle.

-Voy a hacer un recado.

El elfo le entregó la gabardina a su amo, este la cogió y luego tomó de su cuarto un sobre grueso y una carta.

-Vale, pero no llegues- Dictaminó su tía- Recuerda que después tú y tus padres debéis ir a...la mansión Malfoy.

Kendrew asintió.

-Tía...¿Tú te quieres marchar?

-¿Cómo?

-Te pregunto si...¿Quieres volver a Dinamarca?

La mujer bajó la mirada y en su rostro se dibujó una sombra de nostalgia pero negó.

-Debo quedarme aquí, por muy cruda que sea esta guerra. Me encuentro mejor, mejor de lo que he estado en años. En este país nací y en este país me quedaré.

-Eres más testadura que mi madre.

Ella sonrió con pesar.

-Por algo somos hermanas.

Kendrew se despidió y se apareció en las calles del Londres Muggle.

El escocés se levantó el cuello de la gabardina, procurando que no se le viese la cara. Caminó por las tumultuosas calles, mirando la dirección de la carta.

El Ravenclaw se dirigió al lugar y llamó a la puerta.

Le abrió un hombro de unos cuarenta años, menudo y con unos ojos grises. Su pelo era negro con finos hilos plateados que le caían.

-¿Sí?- Inquirió con amabilidad.

-Soy amigo de Isaac.

El padre del Ravenclaw abrió los ojos.

-¿Eres...del colegio?

Kendrew asintió.

-Debo hablar con él, señor. Es importante.

El hombre asintió y le dejó entrar.

La casa era bonita, las paredes estaban pintadas de colores claros y tenían algún que otro cuadro moderno aquí y allá. Los muebles eran bastante nuevos y modernos y sobre ellos tenían muchísimos retratos que mostraban a la familia en momentos muy alegres.

Magia en Hogwarts [Saga de Kendrew McAlvey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora