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Mark piensa que la diferencia de edades no suele notarse cuando está con DongHyuck.

Siempre que conversan, el muchacho tiene algo brillante qué decir y no es como si él fuera el tipo más iluminado del universo. Tampoco es como si fuera un ejemplo de madurez, pero pese a lo infantil que pueda ser el menor, no le hace escenas innecesarias que sí le han hecho otras personas más grandes que él. 

Pero sí se da cuenta que DongHyuck solo tiene dieciséis años cuando un día, las cosas se le van de las manos. 


Probablemente nunca en toda su corta existencia haya sentido tanta atracción por alguien como la siente por el chico. Y es que si fuera por él, tendría sus manos todo el día alrededor de su cuerpo y sus labios constantemente contra su piel. Pero hasta el momento se ha comportado, recortando esos momentos a lo mínimo posible porque no siente que DongHyuck le haya dado "pie" para eso y no quiere ahogarlo. 

Así que cuando DongHyuck se mostró especialmente afectuoso aquel sábado en el que no había nadie en el departamento del joven isleño, sabe que quizá se emocionó demás y volcó sobre él todas las ansias que había tenido de besarle, de tocarle, de tenerle. 

DongHyuck no parecía disgustado con los besos, con sus manos recorriendo su espalda, con sus lenguas en contacto y Mark se sentía a punto de derretirse ante tanta felicidad. Porque quizás, a él le era más fácil demostrarle de ese modo todo lo que sentía, antes que las palabras que salían dudosas de su boca. 

Casi por instinto, DongHyuck había terminado recostándose sobre el colchón, llevando a Mark consigo con tal de no despegarse ni un solo instante. Quizá porque el menor había estado sujetándole y acercándole a él, que él se permitió a sí mismo simplemente flotar en las sensaciones que le causaba el muchacho. 

Sí, en las maripositas en el estómago, pero también en el cosquilleo de sus dedos por recorrer más de él y en el calor que parecía crecer a cada segundo.

Y ni siquiera fue el hecho de colocarse sobre él y entre sus piernas lo que tocó las campanas de alerta. Porque Mark podía haberse quedado toda la noche haciendo de la boca de su novio, un monumento; pero se le ocurrió bajar, hundiendo sus labios en su cuello, cuando le mordió débilmente y escuchó un "M-mark" que sonó lejano, fue que buscó la mirada del menor. 

Se encontró con sus ojos brillantes pero temblorosos, el rostro encendido de una forma que nunca antes había visto junto con sus labios intensamente rojos y húmedos. Para entonces, la mente de Mark se había iluminado con luces rojas y millones de alarmas, todas sus neuronas corriendo de un lado a otro. 

  — S-sigue. 

Pero MinHyung se quedó colgado en los ojitos indecisos del menor. 

Y supo que DongHyuck no estaba listo, pero que probablemente se estaba empujando a sí mismo a dar un paso del que no estaba totalmente seguro. 

A Mark podían no importarle los sentimientos de otras compañeras y compañeros con los que se acostó en el pasado. Ganas no le faltaban de ignorar esa señal de alarma y seguir ante el débil permiso que su novio le había dado. 

Maldijo en su mente cuando, ante su silencio y quietud, DongHyuck sostuvo sus manos contra su cuello, buscando con cierto desespero sus labios.  

Con gentileza abandonó la piel cálida del muchacho y colocó sus manos sobre sus hombros, volviendo a volcarle sobre la cama. Besó sus labios con infinita ternura y se dejó caer a su lado. Acariciando el rostro del menor, luego colocó su cabello tras su oreja y DongHyuck lo miraba como con pánico.

— ¿Por qué te detuviste?— preguntó en un susurro, sus ojos grandes, paseándose por los suyos. Mark sonrió suavemente.— ¿Hice algo mal? 

  — Claro que no, precioso— respondió en el mismo murmullo.— Creo que todavía no es tiempo.  

DongHyuck hizo una mueca.

— Es que pensé que tú... 

— ¡Mis bebés preciosos!— gritó Chittaphon, tocó dos veces la puerta y la abrió de par en par.— Trajimos pizza con Yuta, una es la favorita de DongHyuck y para ti no hay, Canadá, porque te gusta la que tiene piña y en esta casa eso es pecado.

— No entiendo como puedes ser pareja de alguien a quien le gusta la pizza con piña— comentó Yuta, parándose al lado del tailandés. 

Mark se rió, incorporándose. 

— Vamos, no es para tanto.

DongHyuck, extrañamente aliviado pero también extrañamente preocupado, se incorporó también. 

— De hecho... Tenemos que hablar. 

Los dos asiáticos extranjeros se carcajearon. DongHyuck puso rostro de seriedad. 

— No podemos seguir estando juntos. A ti te gusta la de piña, a mí me gusta la de cuatro quesos. Son diferencias demasiado grandes para sobrellevar una relación.   

— ¿¡Me estás dejando por una fruta!?

— Precisamente, Mark Lee.  

MinHyung lo miró con ojitos de cachorro. DongHyuck sonrió, tomando la mano del mayor para ir hacia la cocina.

se mira y no se tocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora