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Cuando se van a la habitación del menor, en cuanto llegan, DongHyuck envuelve sus brazos sobre los hombros del canadiense, posando sus labios, besándolo con entusiasmo.

La mente de Mark se perdió por un instante, no se habían visto en un par de días no mentía cuando decía que lo había extrañado. También había echado de menos tener sus labios entre los suyos.

Sin embargo, tuvo que apartar al menor, quien hizo un obvio mohín. Mark arrugó su nariz, era adorable. DongHyuck estaba por insistir, buscando sus labios nuevamente, pero él le frenó.

— Me voy a enojar si sigues rechazando mis besos en mi cumpleaños, Mark Lee — sentenció, con un gesto que pretendía ser enojado cuando, en realidad, estaba sonriendo.

— Es porque tengo un regalo para ti.

DongHyuck dejó de insistir mágicamente y el canadiense soltó una carcajada por lo fácil que el muchacho perdía el interés en él.

— ¿Qué es? ¿Qué es?

MinHyung le extendió una bolsa pequeña, con los ojos brillantes, DongHyuck la abrió.

Pero su sonrisa se apagó en el mismo momento en que vio la falda de lunares remendada.

— ¿Qué es esto?

— Es una falda, mi mamá la arregló — habló, sintiendo que tenía que tener cuidado si no quería arruinar las cosas.

El menor abrió mucho los ojos, mirando de hito en hito a la pollera y al muchacho frente a él. Mark se animó a sonreír un poco. No tenía ni la menor idea de lo que estaba pensando.

— DongHyuck, no sé qué te ha hecho creer que debes cambiar para gustarme. Entiendo que no quieras que salgamos por ahí, tampoco quiero llevarte a un bar gay porque no será bueno si pillan a un estudiante en un sitio que vende alcohol. Pero tú, todo tú, me encanta.

A medida que iba hablando, iba avanzando. DongHyuck retrocedía. Hasta que el interior de su rodilla se chocó contra el borde de la cama. Allí, Mark sujetó suavemente sus mejillas entre sus pulgares.

— Al DongHyuck que es bueno jugando voley, al DongHyuck que usa faldas, al DongHyuck que apesta en ciencias, al DongHyuck que se pinta los labios, al DongHyuck que canta a los gritos mientras cocina, al DongHyuck fraternal que siempre me cuida. A todos ellos, a ti, Lee DongHyuck. Te amo. Y te amaré incluso si un día decides que te gusta usar ropa del siglo XV. Porque, vamos, me fascina más de lo que puedo admitir como luces tus piernas, pero es tu corazón lo que te hace dueño mío.

DongHyuck, temblando ligeramente, se aferra a la tela roja como si su vida dependiera de ello. De pronto, sus ojos están cargados de lágrimas.

Mark apoya su frente sobre la ajena, suspirando pesadamente. Un tanto colorado y otro tanto igual de tembloroso, toma otra larga respiración.

— Perdón por no haberme dado cuenta antes. Tuve que haber estado más atento a las señales, pero no lo sé, me cegué por lo feliz que me sentía contigo y no miré más allá.

DongHyuck abrió la boca, pero salió un hipido, después sacudió la cabeza y Mark encarcó las cejas, enternecido, entonces el menor volvió a negar con un gesto de la cabeza.

Soltando la falda, abrazó con fuerzas al mayor. Mark le devolvió aquel gesto, sonriendo ante el constante murmullo de muchos «te odio».

De golpe, DongHyuck se incorporó y le dio un golpe en el pecho, parecía totalmente molesto.

— ¡No puedes ser así de perfecto y venir a soltarme todo esto cuando yo estoy en mi etapa de adolescente depresivo! ¡Te odio, Makku!

— ¿En serio?

— Totalmente.

— Mh, tengo mis dudas al respecto.

DongHyuck jaló de él, volviendo a abrazarlo.

— También te amo — masculló, el sonido abogado por su rostro escondido en su cuello y Mark podía jurar que estaba hablando aún con su mueca berrinchuda.

— Tienes que decirlo más claro.

— Cierto que ya estás viejo.

Mark puso mala cara.

DongHyuck abrió la boca, entonces se sonrojó violentamente e hizo una pequeña pataleta. Luego respiró profundo. Todo bajo la atenta mirada amorosa del mayor.

— Te amo a ti, Mark Lee. El de los pelos de ramen, el que se acostaba con medio mundo solo porque le vale lo que la gente piense de él — el aludido hizo una mueca y DongHyuck sonrió. — Oye, te estoy haciendo un cumplido. Me gustaría ser más como tú.

— Estás bien así como estás, no tienes que ser como yo. Sería aterrador. Además, me gustas así.

MinHyung besó sus labios con cuidado, sonriendo en medio del beso.

DongHyuck se mantuvo muy cerca incluso aunque el beso terminó.

— ¿Me éstas diciendo que tu mamá no me odia?

— Eh... Yo creo que sí, pero no nos molestará más.

— Eso suena tan mafioso como las respuestas telefónicas de JaeNo.

Mark envolvió sus hombros con un brazo.

— Vamos de nuevo a tu fiesta.

— ¿Eh? ¿Tan poco?

Mark soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.

— Aprovecha. Cuando sean tus vacaciones, no te soltaré — susurró sobre su oído.

se mira y no se tocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora