4- En la cárcel.

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Rafael

Antes de irme Los Mochis, pasé por la casa de Zulema, para ver a mi hijo, con eso que el día anterior no podido ir a verlo, me hacía mucha falta. En el camino compré un perrito de peluche café, sabiendo que a Benja le iba a encantar y no me equivoqué, pues cuando se lo di de inmediato lo puso con sus demás peluches favoritos.

—Papi, ¿Dayo? —estaba sentado en mis piernas mientras le daba de comer.

—Rayo, está en su casa —metí otra cucharada de cereal en su boca—, prometo que pronto te lo voy a traer.

—Shi, Dayo —abrió la boca y le di lo que quedaba de cereal.

—Listo, terminaste —lo cargué y lo llevé a la sala—. ¿Quieres que te regale un libro nuevo?

—¿Tuál?

—No lo sé, ¿uno de dinosaurios?

—¿Audios?

—Dinosaurios.

—Dinotaudios —reí por la cara de confusión que hizo.

—Sí. ¿Quieres uno? —asintió repetidas veces.

—¿Por qué le compras tantos libro? —Zulema, como ella creo ni siquiera sabe leer, le molestaba que le comprara libros.

—Le compro libros porque yo quiero...

—¡A mí uta! —Benja levantó sus brazos.

—¿Lo ves? A él le gustan —empecé a hacerle cosquillas—. ¿Vamos a bañarte cochinito?

—No —negó.

—Claro que sí —me puse de pie y lo llevé a su habitación, le quité la ropa y después de asegurarme que el agua estuviera tibia, lo metí.

—¿Mi patito? —tomé el pato de hule que estaba en la repisa dónde estaban sus juguetes de baño y se lo di.

Me senté a su lado, por fuera de la bañera y empecé a restregar si cuerpo.

—Papi, una histodia.

—¿Una historia? Pero no me acuerdo de ninguna —tomé el champú, derrame un poco en mi mano y empecé a restregarlo en su pelo castaño.

—Entonces hábame de taballo.

—De caballos, ¿qué te puedo decir? —me quedé pensando que contarle—. Cuando yo tenía creo que ocho años, mi papá... —mi celular empezó a sonar—. Voy a responder y después te cuento, ¿si?

—No —hizo un puchero. Cuando se ponía así se parecía a Valery.

—Si te lo cuento después, te daré unos caballos de peluche.

—Entonces shi.

—Ya vuelvo, no hagas alguna travesura, quédate ahí —asintió y siguió jugando con el pato—. ¿Qué pasó Seis? —dije cuando al fin respondí.

—Ya es hora de irnos, tenemos que llegar a Los Mochis, la avioneta está lista.

—Está bien, bajo en veinte —colgué y volví al baño—. Mientras tanto busca a Efrén.

—Está bien.

—Mila —Benja me mostró a su pato—. Yo tiedo un pato, tomo este.

—Está bien, cuando vayamos al rancho dónde están los caballos, te daré uno.

—Yo tiedo un taballo también —tomé la toalla, él se puso de pie y lo rodeé con esta. Lo cargué y lo llevé a la cama—. ¿Pol qué no vives tonmigo, papi?

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