16- Mejor que Rambo.

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Rafael

Todos estábamos en una reunión, habían unos venezolanos que querían que les proveyéramos  marihuana pues sabían que la nuestra era de calidad. Su oferta era bastante buena, pero nosotros queríamos más, porque nuestra mercancía lo valía.

—Ustedes están pidiendo casi el doble de lo que les ofrecemos —dijo uno de ellos, ¿cómo se llamaba? Ni idea, no lo recordaba.

—Creo que ustedes saben muy bien que lo vale —asentí por lo que dijo Efrén.

Ambos se vieron y empezaron a cuchichear, Efrén y yo asentimos, pues estábamos seguros que aceptarían nuestra propuesta.

—Está bien. Aceptamos su propuesta, pero queremos que ustedes se encarguen de llevarlo a nuestro país —suspiré.

—Eso es demasiado arriesgado —pasé una mano por mi frente—, pero hablaré con mi piloto, para ver si puede hacerlo él.

—Entonces cuando nos lo confirmen lo hacemos, ¿les parece bien?

—Por mí está bien —asentí.

—Hoy mismo voy a hablar con Sheko y en cuanto él me diga que sí, yo les aviso —ambos asintieron.

—Aclarado esto vamos a celebrar el nuevo trato entonces —nos pusimos de pie y luego de estrechar nuestras manos, nos dijeron que fuéramos al patio, en donde había música, alcohol y mujeres.

—Yo me tengo que ir —le susurré Efrén—, no quiero estar aquí.

—Yo tampoco quiero, pero sería feo que nos fuéramos tan pronto, así que quedémonos un momento —asentí—. Vamos a sentarnos allá —señaló un sillón y fuimos. Nos llevaron tragos y tomé uno—. ¿Ahora no quieres nada?

—Le prometí a Vale llegar temprano y a Benja que jugaría con él.

—Todo un hombre de familia —sonreí—. Ya vengo —se puso de pie.

—¿A dónde vas?

—A conocer a alguien —vi en la misma dirección que él y había una mujer sonriéndole.

—No cambias, perro —negué y se fue.

Me quedé ahí, tomándome el trago y contando los minutos para irme, quería estar con mis hijos, con mi esposa y aparte quería ir a dormir, estaba cansado. Dos mujeres se acercaron a mí se sentaron una cada lado de mí, me rasqué la oreja, pues me incómodaba eso, porque la carne era débil.

—Hola —saludé con un asentimiento—. ¿Cómo te llamas?

—Rafael.

—¿Por qué tan serio? —la que estaba a mi lado izquierdo tomó mi mano—. ¿Estás casado?

—Así es.

—Por eso no te preocupes, no somos celosas —rieron. Yo sólo negué.

—Mi esposa sí es celosa y yo la amo —cuando iba a ponerme de pie ellas me jalaron y volvieron a sentarme, una de ellas trató de besarme, pero aparté la cara y me puse de pie—. ¿Qué parte de que estoy casado no entendieron?

—No te pongas así —ambas rieron y yo di la vuelta.

No puedo fallarle a Valentina, no voy a perder a mi esposa por un rato con dos mujeres, ya he entendido que no necesito buscar afuera lo que tengo en casa.

—Seis, llévame a la casa —me subí a la camioneta y mientras él conducía yo le envíe un mensaje a Efrén, diciéndole que me había ido y que no se preocupara.

Cuando llegamos a la casa, bajé de la camioneta y entré, como no había nadie en la sala, fui directo a la cocina, ahí estaban todos. Rayo y Benjamín estaban sentados en el suelo, jugando con una pelota, una de las niñas estaba en su sillita para comer y la otra en brazos de su madre, quien estaba cocinando.

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