31- Soy tuya.

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Entré al departamento de Valentina, ella estaba de espaldas, pero a escuchar ruido se giró y cuando me vio me abrazó y me dio un beso en la mejilla. El gesto me sorprendió, pero de todas formas le correspondi.

-Estás bien -asentí-. En las noticias vi que hubo una balacera, que hubieron varios muertos y pensé que te había pasado algo.

-No, cuando pasó estaba en Colombia.

-¿Por qué no respondías mis llamadas?

-Estaba ocupado, mejorando la seguridad -suspiró.

-Cuando creí que te había pasado algo, me sentí tan mal -los ojos se le llenaron de lágrimas-, pensé que nunca más volvería a verte -me abrazó.

-Eso no va a pasar, tranquila, mi amor -besé su cabello. Ella levantó su cara y me vio a los ojos, tomé su mentón y la besé, en este momento siento cómo si nada hubiera cambiado.

-Los niños te estaban esperando y se quedaron dormidos -le limpie las lágrimas que había empezado a derramar-. ¿Quieres verlos?

-Por supuesto -ambos fuimos a la habitación de los niños y ahí estaban mis bebés, dormiditos-. Son tan lindos -acaricié las mejillas de mis niñas-, por ellos daría mi vida -en la otra cuna estaba Benjamín, abrazando a su pollo-. No sé que vaya a pasar, pero haré todo lo necesario para protegerlos -vi a Valentina-. Ustedes son lo más valioso que tengo y no los voy a perder.

-¿Aunque no estemos juntos? ¿Aunque yo esté con alguien más?

-Aún así te voy a cuidar y amar siempre -la abracé y ella me besó.

-¿Vamos a mi cuarto? -asentí. Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto-. No te lo voy a negar, también te amo, pero quiero a la persona con la que estoy saliendo.

Astuta la morra, no me dice el nombre.

-No, Vale, estás equivocada -me acerqué y tomé su cara-, a él no lo quieres, si lo quisieras no te pusieras así cuando te tocó -acaricié su piel eriza-. Él no te hace sentir lo que yo ¿o sí?

-Eso es otra cosa -dijo sin despegar la vista de mis labios.

-Valentina,Valentina -sonreí-. Ya te dije que si lo quisieras como dices, no me habrías pedido que siguiéramos viéndonos.

-¿Qué tal si dejamos de perder el tiempo? -rodeó mi cuello con sus brazos-. No tiene caso seguir hablando de esto, nunca nos vamos a poner de acuerdo, yo pienso de una manera, tú de otra -me dio un beso-, a veces pienso que sólo hay una manera de entendernos.

-¿Tú crees? -metió sus tibias manos bajo mi camisa-. Valentina...

-Shh -pasó sus labios muy cerca de los míos, pero no lo suficiente para que se rozaran-. Ya te dije que no perdamos tiempo.

-Yo no quiero esto -me vio y frunció el ceño.

-¿Acaso no me quieres a mí? -traía un vestido de tirantes, así que bajó ambos y luego lo dejó caer hasta sus pies, quedando sólo en bragas, pues no traía sostén-. Dime que no me deseas como yo a ti y te dejaré en paz.

Mi fuerza de voluntad es nula frente a esta mujer, todo de ella me encanta, todo ella hace que mi cuerpo reaccione a su antojo, cuando se pone así de controladora, mi cuerpo no puede detenerse.

-Te deseo y mucho -con las puntas de mis dedos acaricié su cara y ella cerró los ojos-. Eres perfecta -de las misma forma que con su cara, bajé mis dedos lentamente por su cuello, hasta llegar a su pecho. Una pícara sonrisa se pintó en mi cara cuando vi cómo cada lugar por el que pasaba se erizaba.

No soy el único débil, acá.

Bajó sus manos a mi cinturón, lo quitó, luego pasó al botón y la cremallera. Como acostumbra metió sus manos en mi pantalón y empezó a hacer eso que me enloquece, masajear mi miembro sobre la tela de mi bóxer, esa sensación de tenerla tan cerca y tan lejos de mi piel me encanta y a la vez me hace sufrir, justo lo que ella ama.

Se alejó un poco de mí, ya con sus manos fuera y me besó, mientras metió los pulgares en la cinturilla de mi pantalón y tiró de ellos hacia abajo. La imagen de ella agachada frente a mí, llega directo a mi entrepierna que entre más tiempo pasa, más pequeño se le hace el espacio en mi bóxer.

-Vamos al sofá -me empujó y caí en éste, ella se puso de rodillas frente a mí, bajó mi bóxer y metió mi miembro en su boca.

Cuando su lengua empezó a recorrerme por completo, cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás. Le encanta tomar el control de estos momentos y a mí me encanta que lo haga, pues nunca me decepciona con lo que me hace. Puse una de mis manos en su cabeza y empuje mis caderas hacia ella para llegar hasta lo más profundo de su boca, hasta que ya no pude resistirme más y terminé dentro de su boca.

Mi respiración estaba agitada y su mirada llena de satisfacción, al verme completamente desarmado ante ella. Como siempre.

-Nadie nunca logrará lo que yo -se puso a horcajadas sobre mí y empezó a desabrochar mi camisa, por cada botón un beso.

Cuando terminó con todos los botones dejó la camisa a un lado de nosotros y empezó a besar mi pecho. Yo aproveché ese momento, aparté sus bragas y metí dos de mis dedos en ella, estaba tan húmeda. ¡Mierda! Realmente nunca nadie logrará hacerme lo mismo que ella.

-Te deseo... Ahora -dijo con la voz entrecortada mientras yo sacaba y metía mis dedos en ella.

-Yo también -se quitó las bragas las lanzó y se sentó sobre mi-. ¡Ah! -gemí al estar dentro de ella-. Valentina -tomó mis manos y las puso sobre sus pechos, lo cuales empecé a acariciar y besar, mientras ella se movía.

Tenía las manos apoyadas en el sofá, sus movimientos eran rápidos y enloquecedores. Entre gemidos pronuciabamos nuestros nombres.

-Eres... Mía, Valentina -cambie nuestras posiciones. La recosté en el sofá y empecé a salir y a entrar en ella-. Di que... Eres... mía -no respondió y me detuve.

-Rafael, no, por favor -empujó sus caderas, pero no me moví.

-Dilo -exigí con voz grave y autoritaria-. Di que eres mía o no continuo -apretó los labios.

-Soy tuya -me tomó de la cara-. Siempre lo seré -me besó.

-Lo sé -con una sonrisa continúe con mis arremetidas.

Su cuerpo empezó a tensarce al rededor del mío, así que aumente mi ritmo hasta hacer que se viniera y mientras lo hacía gritó mi nombre.

-¡Ah! Rafael -clavó sus uñas en uno de mis brazos.

Entre y salí dos veces más, para poder terminar yo también. Cuando lo hice me dejé caer sobre su cuerpo, procurando no aplastarla.

-Me encantas -susurró en mi oído y acarició mi pelo.

-Y tú a mí -le di un pequeño beso-. Pero esta es la última vez -me vio con le entrecejo fruncido.

-¿Qué?

-Yo no quiero que seas mía sólo por ratos, yo me case contigo para tenerte a mi lado el resto de mi vida. Así que ya, toma esto como una despedida.

-Dije que soy tuya Rafael -tenía la voz rota.

-A medias no -negué. Salí de ella y me puse de pie-. Cuando vuelvas a ser mía por completo, buscame, porque estaré esperándote.

-No hagas esto Rafael -me tomó de la mano.

-Mientras tú tengas a alguien más, yo voy a seguir con mi vida y a estar con cuanta mujer quiera -apretó la mandíbula.

-Ni se te ocurra -me señaló-. Eres solo mío.

-En el momento que me confesaste que estabas con alguien, dejé de serlo.

-Si te vas con alguna de tus putas y yo me doy cuenta, lo mejor será que no te vuelvas a aparecer en mi vida y tendrás que mandar a alguien para poder ver a los niños.

-Tus amenazas no me preocupan -me encogí de hombros. Tomé el bóxer y me lo puse-, las veces que yo quiera puedo volver a tenerte.

-Eso ni lo sueñes -tomó sus bragas, su vestido y entró al baño.

Después de esto, espero que tome la decisión correcta, volver conmigo y sino, pues seguiré con mi vida. En sus manos está la decisión.

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