6- Perdón y amor.

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Valentina

Todo este tiempo estuve pensando que Rafael tenía una amante, pero me equivoqué, lo que tenía era un hijo, con otra mujer. Ni siquiera puedo explicar lo que siento, porque ni siquiera lo tengo claro, por mi mente sólo pasan cosas al azar. Me siento confundida, molesta, decepcionada y triste. Se suponía que no tendríamos secretos, se suponía que podíamos confiar el uno en el otro y se suponía, que nuestras hijas eran las únicas.

—Amor, te juro que no te he sido infiel, nunca, que lo que pasó con Zulema, fue antes de prometerte cambiar y ya nunca más se repitió.

—¿Cuántos años tiene?

—El sábado cumplirá dos años —cerré los ojos.

Nosotros tenemos dos años de casados, hace muy poco cumplimos nuestro aniversario.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —pregunté entre lágrimas—. ¿Por qué me mentiste?

—Por cobarde.

—¿Y por qué ahora? ¿Por qué me lo dices hasta ahora?

—Por que no quiero verlo sufrir más —cerró los ojos y lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas—, porque me duele ver llorar a mi hijo cuando ve que me voy. Porque me duele que me pregunte porqué no estoy con él y porque me parte el corazón que me diga que la inútil que tiene por madre no le presta atención.

Nunca en mi vida había visto a Rafael llorar así, en esos dos años de matrimonio, nunca lo había visto tan dolido y tan triste. Verlo así me hacía querer abrazarlo, pero estaba dolida.

—Vale, perdón por no habértelo dicho antes, pero ya no aguanto más estar lejos de él, me siento culpable de que esté solo, todo por mi egoísmo. Porque la única razón para no decírtelo, es porque no quiero perderte, pero si lo que quieres es dejarme, lo entenderé, aunque me duela.

Sus lágrimas aumentaron.

¿Dejarlo? No quería dejarlo, lo amaba, era el padre de mis hijas, el amor de mi vida, aunque me hubiera mentido. Sólo necesitaba tiempo para asimilar eso, nada más, de todas formas no me engañó, bien dicen: lo que no fue en tu año no te hace daño.

Definitivamente no iba a dejarlo, sí lo iba a castigar con algo de ley de hielo o así, por no haber confiado en mí, pero hasta ahí. Realmente lo único que no le perdonaría sería una infidelidad, eso sería lo único.

—No te voy a dejar —me vio sorprendido—. Pero que te quede claro, acabas de perder mi confianza —bajó la mirada.

—Perdón, amor, te juro que eso no va volver a pasar —pasé una mano por su mejilla y limpié las lágrimas que habían en ella.

No me gustaba verlo así, me dolía porque lo amaba.

—Espero que sea así, porque otra no te la perdono —asintió.

—¿Te puedo abrazar? —abrí mis brazos y lo apreté contra mí—. Te amo, te amo demasiado.

—Y yo a ti, pero no quiero que me vuelvas a ocultar cosas —lo solté—. Voy a ir a ver a las niñas, mientras tanto bañate para que almorcemos y me cuentes que pasó con lo de Efrén.

—Está bien, no me tardo —se puso de pie y volvió a abrazarme—. Gracias, por quedarte conmigo —me dio un beso en el cuello. Asentí y salí del cuarto.

Mientras bajaba las escaleras me puse a pensar en el niño y en lo que me dijo Rafael, acerca de que su madre no lo cuidaba, las cosas debían estar muy mal para que Rafael se pusiera así. Se notaba que quería mucho a su hijo, hacer todo lo que hizo durante este tiempo: trabajar, estar con las niñas y conmigo, ir a verlo. Era un gran padre.

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