47- Seguridad.

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Empezaron a bajar el ataúd y no pude evitar llorar por debajo de mis lentes oscuros, Valentina tomó mi mano y la apretó. Todos estábamos llorando, Susan en los brazos de Efrén, Alejandra con Sheko, Diego y Tavo estaban cantando una canción acompañados de la banda, Emir, tenía la mandíbula tensa y aunque no podía verlo por sus lentes oscuros, sabía que estaba llorando. Valentina también estaba llorando, así que pasé un brazo por sus hombros y la pegué a mí.

Llegó el momento en el que todos debíamos lanzar las rosas blancas que teníamos en la mano, así que lo hicimos, después de eso fuimos testigos de como la tierra cubría la caja en la que estaba en la que estaba el cuerpo de nuestro amigo. La banda empezó a tocar una canción que de inmediato reconocí, era una que a Lorenzo le gustaba mucho y jamás pensé que se la tocarían en su funeral, Tavo y Diego, empezaron a cantarla.

Recuerdenme así, con un trago un brindado en la peda.

-Nunca voy a dejar de amarte, mi amor, nunca -dijo Susan con la voz rota y su cara cubierta de lágrimas-. Eres lo mejor que le ha pasado a mi vida, siempre te voy a traer en mi mente y en mi corazón, algún día nos volveremos a ver y nadie nos va a separar. Te lo prometo -dejó caer la rosa y volvió a los brazos de Efrén.

Todos nos quedamos ahí hasta que terminaron de echar la tierra, cuando eso pasó todos nos fuimos, a excepción de Susan y Efrén, ella quería quedarse más tiempo, así que Efrén se quedó a acompañarla y por supuesto todo un equipo de seguridad se quedó con ellos. Nosotros necesitábamos volver a la casa por los niños, a quienes dejamos con El Seis, quién cuando estoy solo con ellos me ayuda a cuidarlos, con Benjamín en una que otra ocasión me ayudó a cambiar pañales.

-Hola mis niñas -las saludó Valentina.

-Llegaron a tiempo -dijo El Seis-. Justo a hora acaban de ensuciar sus panales, ambas -reí-. No sabían que los gemelos hasta eso hacían a la vez.

-Si contara lo que ambas nos han hecho -dije todavía riendo-. Gracias por cuidarlos Seis -asintió.

-Aquí estoy pa' las que sean, hasta pa' hacerle de niñero -nos dimos la mano-. Adiós güerito -se despidió de Benja. Como mi hijo siempre ha sido rubio, El Seis sólo le dice güerito.

-Ayo, Tei -ambos se dieron la mano y El Seis se fue-. Papi, ugamos.

-Sí, mi amor.

-Primero debes ayudarme a cambiar a las niñas -asentí y los cinco nos fuimos al cuarto de las niñas, el cual está como el día en que lo decoramos, aunque nunca han dormido aquí, porque queríamos tenerlas cerca-. Aquí hay pañales.

-No. Voy a traer al cuarto -fui al cuarto, tomé dos pañales de tela, la crema y las toallas húmedas-. Aquí estoy ya -puse todo sobre la mesa y me paré frente a una de la cochinas bebés, empecé a quitarle y pañal y justo cuando abrí el perno, me pinche el dedo-. Odio estas mierdas.

-Rafael -vi Valentina.

-Papi, ungal -bufé y seguí con mi trabajo.

Quité el otro y por suerte con ese no me pinche, le quité el pañal y de inmediato tomé toallitas para limpiarle las pompitas.

-¡Puchi! Pesta a ti -vi a Benjamín y se estaba tapando la nariz-. Ebés tochinas -Valentina y yo lanzamos carcajadas, es inevitable no reír con las cosas que sale Benja-. A me voy.

-No. Espérate, te puedes caer por las escaleras -le dijo Valentina y se quedó sentado.

Cuando por fin terminamos de cambiar a las niñas, los cinco volvimos a la sala, en dónde estaban Tavo, Diego, Sheko y Alejandra. Con las niñas en mis brazos me senté al lado de Diego y las dos pequeñas extendieron sus brazos hacia mi hermano, pero cono él no las había visto empezaron a llorar.

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