24- Como idiota.

178 16 0
                                    

Rafael

-Gustavo, hablo en serio, debes ir tú -tomó su mochila.

-Ya te dije que no, tengo clases y no puedo faltar.

-Jesús Gustavo, hablo en serio -lo señalé.

-El que me apuntes con tu dedo acusador no causa ningún efecto en mí. Tú quieres que estudie, eso hago y hoy tengo un trabajo importante que hacer, así que ya me voy.

-¿Quién va a traer a los niños?

-Pues tú -me señaló con su dedo-. Lo siento mucho pá', pero hoy no puedo ayudarte -salió casi corriendo de la casa.

-¡Mierda! -lancé varios golpes al aire-. ¿Ahora que puta voy a hacer? -vi a Rayo-. ¿Por qué no vas tú? -me ladró y se fue al patio-. Traidor -fui a la cocina y tomé mi taza de café-. Tranquilo Rafael, no va a pasar nada, sólo vas por tus hijos, ella ya no te importa -respiré hondo-. ¿A quién engaño? La amo y por supuesto que me importa, pero voy a hacerme el fuerte.

Ya llevó tres días cuidando a mis hijos y han sido los tres mejores y a la vez complicados días. Hermosos por qué otra vez puedo tenerlos cerca, puedo abrazarlo, besarlos y consentirlos. Pero complicados por qué no es fácil cuidar a tres niños y eso que cuando ya no sé ni como hacer Tavo, El Tres y El Seis me ayudan, hasta es gracioso ver a esos dos dándole biberón a las niñas, sacándole los gases o jugando con Benja. Se ven tan manos y con mis hijos se ponen como idiotas.

Vi mi reloj, ya sólo faltaban quince minutos para ir a traer a los niños, así que de inmediato, tomé mis lentes y mi saco, me puse ambos y salí de la casa. En la entrada ya estaba la camioneta, El Tres me dio las llaves y subí, al igual que siempre, dos camionetas iban adelante y dos atrás.

Uno nunca sabe cuando se necesite seguridad, más cuando el departamento de Valentina, está cerca de las plazas de mi peor enemigo, como lo odio, es un enfermo asesino y peligroso. Y no es que le tenga miedo, es sólo que prefiero evitar que aquellos enfrentamientos de hace años se vuelvan a repetir.

Cuando llegué al edificio bajé de la camioneta y esperé a que El Seis me dijera que podía entrar.

-Puede pasar -asentí y entré.

Subí al ascensor y empecé a decirme a mi mismo que Valentina ya no me quiere y por lo tanto no debía actuar como idiota frente a ella. El elevador se detuvo y respiré hondo.

-Ben, amor, Tavo ya llegó así que ven para que te vista y te ponga los zapatos -escuché a Valentina.

-No tiedo patos -Benja salió corriendo del cuarto solo con un pañal de tela.

-Benjamín Jared, ven acá -Valentina empezó a correr detrás de él y reí al verlos, pues Benjamín no dejaba que lo agarrara y como ella andaba en calcetines, hasta se resbaló. Negué y decidí que era hora de ayudarla.

-Benjamín -mi hijo me vio-. Ven acá -corrió hacia mí y lo cargué.

-Papi, papi -me dio un beso.

-¿Por qué no dejas que mami te te vista y ponga los zapatos? -pregunté serio. Aunque la escena me causó gracia, no me gusta que mi hijo sea desobediente.

-No tiedo -hizo un puchero.

-Pero sabes que debes vestirte, ¿verdad? -bajó la mirada.

-Shi, papi.

-Entonces ahorita vas, le pides una disculpa a mami y le dices que te vista, por favor, sino no nos vamos.

-Shi, papi -lo puse en el suelo y fue a dónde Valentina-. Shiento mami, dopa y patos, popavo -sonreí.

Dispuesto a TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora