20- Nunca te olvidaré.

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Rafael

Habían pasado tres días desde la última vez que vi a Valentina, desde ese entonces tampoco había vuelto a ver a mis hijos, siempre que Diego la llamaba para ponerse de acuerdo, ponía alguna excusa. Lo único que había podido hacer era hablar con Benjamín por teléfono, desgraciadamente las niñas no hablaban.

Todo ese tiempo me lo había pasado en compañía de Tavo y Diego, ellos siempre me acompañaban a tomar y luego me llevaban a comer.

-¿Quieres otro pá'? -me preguntó Tavo mostrándome la botella de whisky y asentí.

-¿Qué canción quieres que toquen? -Diego señaló a la banda que estaba frente a nuestra mesa.

-No lo sé, ustedes son los que saben -tomé el vaso que me dio Tavo.

-Déjame ver -Tavo se quedó pensativo-. Que canten la de ¿Por qué terminamos? -lo vi mal-. ¿Qué?

-No. Nada. Gracias. A este paso me voy a cortar los pulsos -ambos rieron.

Empezaron a cantar la canción y la verdad es que sí llegaba bien cañón. En eso se habían basado mis noches, llegar a algún lugar a tomar, escuchar a la banda tocar, que Diego y Tavo pidieran canciones que en una ocasión ya me habían hecho llorar, luego volver a casa, dormir con Rayo. En la mañana nos llevaban a Rayo y a mí a comer, después de eso tal vez iba a ver cómo iba el negocio y así.

-Por qué terminamos, si aún nos faltaban mil besos por darnos y estoy tan seguro de que aún nos amamos, pero nuestro orgullo no quiere aceptarlo.

Los tres empezamos a cantar. Después de la tercera vez de escucharla, me aprendí por lo menos el coro.

-Por qué terminamos, deberas no entiendo a qué estamos jugando, si puedo jurar que me estás extrañando no te hagas la fuerte y regresa a mis brazos. Por qué terminamos, si tú sabes bien que nos necesitamos.

Esa canción se iba a convertir en mi himno.

Cuando nos acabamos la última botella, o bueno, yo lo hice, nos fuimos de ahí, Tavo y Diego me llevaron a mi casa y luego de dejarme en mi cama se fueron, Rayo estaba a mi lado así que lo abracé y le di un beso de buenas noches.

•••

-¿Ya están listos? -Diego entró al cuarto y Rayo se lanzó sobre él-. Hola orejón -me levanté de la cama, tomé mis lentes oscuros y me los puse.

-Traigo una cruda de la fregada, me duele la cabeza -pase mis dedos por mis sienes-. Cuando me estaba bañando sentía que me iba a caer porque todo me daba vueltas, así que me metí a la bañera.

-No mames, ya no aguantas nada -me golpeó en la espalda.

-¿Y Tavo?

-En el sofá, dormido, el perro también anda crudo -negué.

-Ya le he dicho que no tome, pero no hace caso.

-Dale unos putazos al pendejo y ya verás como se le quita -bajamos las escaleras y ahí estaba dormido.

-Ya levántate -le di un golpe en las piernas-. Vámonos a comer para que se nos pase -se sentó y luego en cámara lenta se puso de pie.

-Vámonos pues.

Llegamos a un lugar sencillo y ordenamos chilaquiles, Tavo y yo estábamos que nos dormíamos, en cambio Diego, no dejaba de joder y de hablar, como él sólo se había tomado dos cervezas, por eso andaba de lo más tranquilo. A lo largo escuché una canción que Valentina en más de una ocasión me cantó y de inmediato sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas debajo de los lentes. Empecé a recordar la primera vez que me la cantó.

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