26- En el hospital.

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Llegué al cuarto y Rafael echo un ovillo en la cama, cubierto de pies a cabeza con la sábana, me senté en el borde de ésta y le quité la sábana, ni siquiera se dio cuenta que lo hice, pues estaba dormido. Acaricié su cabello y pasé mi mamo por su cara, tenía fiebre y bastante alta.

-Rafael -lo llamé, pero no se movió-. Rafael, despierta -abrió los ojos y cuando me vio se sorprendió.

-¿Qué haces aquí?

-Vengo para llevarte al hospital -negó y se giró dándome la espalda-. Rafael, estoy hablando en serio, no pienso dejar que te pase algo más grave, vamos ya.

-No quiero a ningún lado -me levanté de la cama, fui a su closet, saqué una chamarra y volví dónde él.

-Vamos Rafael, levántate -le quité la sábana-. Hablo en serio -entrecerró los ojos-. No me veas así, me da igual, así que levántate.

-Hazme un favor -fruncí el ceño-. Vete a tu gimnasio y déjame dormir.

-No seas grosero -lo señalé-. Mal agradecido, ya vámonos -lo tomé del brazo e hice que se levantara.

-Empiezo a darle gracias a Dios porque me hayas dejado -abrí la boca ofendida.

-Idiota -lo golpeé en el brazo y río.

***

Después de unas tres horas en el hospital y de que le hicieran varios exámenes a Rafael, de sangre principalmente, el doctor me dijo que no era nada grave, pues eran síntomas de la picadura del animal ese, pero que era preferible que estuviera en observación, así que no nos quedó de otra que hacer lo que el doctor dijo.

-Yo no quiero estar aquí, quiero irme a ni casa -dijo el moribundo de Rafael, a duras penas lograba tener los ojos abiertos.

-Aquí nos vamos a quedar hasta que el doctor diga.

-¿Y los niños, qué?

-Están con Tavo -bostezo-. Rafael, duérmete -me vio mal, pero cerró los ojos y al fin se durmió. Tomé mi celular y llamé a Gustavo.

-Hola, Valentina -respondió.

-¿Cómo está todo allá?

-Bien, ahora sólo estoy tratando de hacer una sopa instantánea, porque tengo hambre y no hay nadie que me traiga comida.

-Pobrecito, si tan sólo hubieras aprendido a cocinar cuando te lo dije -lo escuché bufar.

-¿Vas a recordármelo el resto de mi vida?

-Tal vez. ¿Y los niños ya comieron?

-Ellos sí. Los tres se tomaron sus biberones y ahora están jugando, bajo mi excelente supervisión, por supuesto.

-¿Están jugando? Se supone que deben estar dormidos.

-Pues no lo están y por el momento no me molesta pues están tranquilos. ¿Y cómo está Rafael?

-Bien, ya le hicieron varios exámenes y dicen que son síntomas normales por la picadura del animal, pero aún estamos acá porque lo tienen en observación.

-¡Auch! -escuché que se cayeron varias cosas-. Estoy bien, estoy bien -rodeé los ojos. Él es un desastre-. El lado bueno es que ya no nos quedamos huérfanos de padre -reí.

-Hay por Dios.

-Aunque te parezca mentira, Rafael y yo ya tenemos una relación padre e hijo. ¿Ok?

-Sí, claro.

-Hablamos después, tengo hambre y me estás interrumpiendo mi comida. Adiós.

-Adiós. Cuida a mis niños y no incendies mi casa -guardé en celular y me senté en el sillón frente a la cama de Rafael, para enviarle un mensaje a Mario, pues ya me había preguntado cómo iba todo.

Todo está bien, pero no creo que mañana pueda ir al gimnasio.

¿Por qué no, cariño?

Porque aún no termino de arreglar mis asuntos, pero en cuanto lo haga vuelvo.

Está bien, mi vida. Cuando vuelvas vamos a ir a cenar.

Me parece perfecto.

Bien, preciosa, cuídate.

Tu también.

Me encanta que Mario siempre está pendiente de mí e incluso de los niños y eso que aún no los conoce, creo que con él se puede dar algo bonito.

***

-Lo mejor será que descanses -senté a Rafael en la cama.

-Me quiero bañar, odio el olor a hospital, pero me siento mareado -se puso una mano en la frente.

-Yo también tengo ese olor pegado -yo también odio los hospitales-. ¿Quieres te lleve al baño? -me vio y asintió.

-Está bien -tomé su mano y lo ayudé a ponerse de pie-. Malditos medicamentos no han hecho efecto.

-Rafael, te acabas de tomar la pastilla -entramos al baño, lo recosté contra la pared y empecé a quitarle la ropa-. El lado bueno es que ya no tienes fiebre.

-Por lo menos, sería el colmo que aparte del mareo también tuviera fiebre -le desabroche el botón del pantalón y empecé a bajárselo.

-¿Qué animal te pico? -pregunté para acabar con el incómodo silencio.

-No lo sé -le saqué el pantalón y luego lo ayudé con los bóxers-. ¿Por qué?

-Por nada -ya tenía bastante rato sin verlo desnudo, pero sigue siendo igual de lindo-. Si te sientes mareado, ¿por qué no te bañas en la tina?

-No quiero -caminó a la ducha.

-Aquí te puedes caer -se encogió de hombros, abrió la llave y entró.

Rodeé los ojos, este hombre es demasiado terco, me quité la ropa y entré a la ducha, cuando lo hice él estaba de espalda, sujetándose a la pared. Tomé el jabón, le puse un poco a la esponja y empecé a tallarle la espalda. Cuando vio que era yo se giró y dejó su espalda pegada a la pared.

-¿Qué haces?

-Te estoy ayudando a bañarte, ¿no es obvio?

Cerró los ojos y seguí bañándolo, no es la primera vez que lo hago, anteriormente lo he hecho varias veces, siempre que nos bañabamos juntos, a excepción de dos veces en las que una fue porque tenía una herida de bala en el abdomen y otra por una fuerte cruda que le quedó después de su cumpleaños.

-Listo -le dije cuando quité el champú de su pelo-. Ahora voy a bañarme yo -me vio de pies a cabeza-. Deja de verme así -sonrió. Tomé jabón y empecé a bañarme yo, cuando terminé de lavarme el cabello, tomé una toalla y se la di a Rafael-. ¿Ahora te sientes mejor?

-Después de que me bañaras y te viera bañarte a ti, sí estoy muchísimo mejor -tomé una toalla y me envolví en ella-. Voy a acostarme -salió y caminó hacia el cuarto en cámara lenta.

Yo me quedé en el baño para secarme el pelo, al terminar volví al cuarto y vi a Rafael, acostado cubierto de pies a cabeza con su sábana, que afán por hacer eso, aunque no esté enfermo siempre se cubre de pies a cabeza. Iba a ir a buscar ropa para cambiarme, pero recordé que me llevé todo al departamento, estaba muy cansada y lo único que quería era dormir, así que de uno de los muebles saqué una playera de Rafael y me la puse, como él es más alto que yo, cubría lo suficiente.

Me recosté en la cama al lado de Rafael y sin poder evitarlo lo abracé, su cuerpo estaba algo frío, eso es bueno pues desde ayer había tenido fiebre. Le quité la sábana hasta dejarla a su cintura, de inmediato se quejó.

-Deja mi sábana -sonreí. Pase mi mano por su abdomen, lo abracé aún más fuerte y empecé a besar los lunares de su espalda-. ¿Qué haces? -se giró hasta quedar frente a mí.

-No lo sé -negué-. Sólo quiero estar contigo -sonrió.

-Yo también.

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