51- Una locura.

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-Se supone que teníamos un acuerdo -le dije al gobernador luego de haberle contado todo-, ¿o acaso las cosas ya cambiaron y no me di cuenta?

-Por supuesto que no, el acuerdo sigue y no entiendo por qué está pasando esto. Yo tuve que salir del país y por eso no me había dado cuenta, pero tranquilo, ahorita arreglo todo. No es posible que yo salga y hagan un desmadre en mi ausencia.

-Mientras el gato sale, los ratones hacen fiesta -negué-. Necesito que eso se arregle lo más pronto posible, pues tengo asuntos pendientes que atender y no he podido salir de acá.

-Hoy mismo empezamos a exterminar a las ratas -tomó su copa de coñac y brindamos.

-Yo también exterminare a una que otra rata -bebí un poco de mi copa y sonreí.

Ya estamos planeando como agarrar a ese imbécil y Sheko está más que listo para matarlo, pero aún no tiene toda la información que le pedí, el perro se escondió muy bien estos últimos años. El gobernador y yo terminamos la reunión, estábamos en un restaurante, el una zona privada, yo entré por un lugar y él por otro, pues no podían vernos juntos, y de igual manera salimos.

-¿Cómo salió todo, señor? -me preguntó El Seis.

-Bien. El gobernado me avisará cuando ya todo esté listo para que busquemos al maldito de Octavio -me subí a la camioneta y de inmediato llamé a Efrén.

-¿Cómo te fue con el gobernador? -me preguntó.

-Dice que hoy mismo arregla el asunto, así que vayan preparando todo.

-Está bien. Ten cuidado al volver y apresurate, Emiliano y Emir, vienen para acá.

-Ya llego -colgué.

***

-Necesitamos que en caso de que Susan quiera irse del país te encargues de su seguridad -le dije a Emir.

-No tienes que decírmelo, por supuesto que lo haré -asintió-. Sería incapaz de dejarla sola, aparte si lo hiciera Lorenzo no me lo perdonaría.

-¿Emiliano, tú te harás cargo de la plaza de Lorenzo? -éste estaba sentado en una escuchar eso sonrió y negó.

-No gracias, yo tengo demasiado trabajo en Colombia y en Italia, cómo para venirme acá. Aparte, si alguien se merece ese puesto es Emir y sé que mi hermano así lo habría querido.

-Entonces ya está dicho, Emir se queda con Tijuana -dijo Efrén poniéndose de pie-. ¿Y tú te vas a quedar? -le preguntó a Emiliano.

-Lo máximo que puedo estar son dos semanas, quizás, porque como les digo, tengo mucho trabajo.

-Si a mí no me necesitan para nada, lo mejor será que me vaya, no puedo descuidar la plaza, menos ahora que ya saben que Lorenzo no está.

-Me parece bien Emir, no podemos descuidarnos en éste momento.

-Entonces los dejo porque tengo cosas que hacer -se levantó de su lugar, nos dio la mano-. Cualquier cosa que necesiten cuentan conmigo -nos dio la mano a todos-. Cualquier cosa que pase con Susan sólo me llaman.

-Está bien, cuídate -le dije y salió de la casa.

-¿Cuándo van a matar al maldito que mató a mi hermano?

-En cuanto el gobernador nos dé luz verde. Mientras no lo haga no podemos salir de acá, no nos vamos a arriesgar.

-¿Al menos ya saben dónde está?

-Sí. Desgraciadamente sí.

-¿Desgraciadamente?

-El asesino de Lorenzo, es el novio de mi esposa -Emiliano frunció el ceño.

-¿El novio de tu esposa? ¿Osea que no están juntos? -negué-. Los días que los vi juntos yo habría jurado que se amaban.

-En realidad lo hacíamos, hasta que apareció ese maldito e hizo de todo para separarnos, por lo tanto lo tenemos vigilado, El Tres y El Quince ya conocen sus movimientos.

-¿Ya planearon cómo atacarlo?

-Ya casi todo está listo, sólo nos falta la información de él.

-Hablé con unos contactos y están investigando y yo también lo hago, así que pronto lo tendremos -informó Sheko desde su escritorio.

-Bien -asentí.

-Yo ya me tengo que ir, quedé en que iba a llevar a Susan y a Alejandra al psicólogo.

-¿Susan ta aceptó?

-No. Pero es lo mejor para ella, así que ya me voy -Emiliano se puso de pie-. La llevaré al psicólogo aunque tenga que usar chantaje emocional, no puede seguir así, ella no es así, lo único que conseguirá es enfermarse.

-A Lorenzo no le habría gustado verla así -Susan no es ni la sombra de lo que era antes, la muerte de Lorenzo la destruyó por completo.

-Eso es justamente con lo que pienso chantajearla.

-Avísame cualquier cosa que pase, entonces -nos dimos la mano.

-En cuanto el psicólogo nos diga algo les aviso. Adiós. Nos vemos luego y no pierdan de vista al maldito imbécil.

-Eso sería imposible hacerlo.

***

Emiliano

En cuanto llegué a la casa con lo primero que me encontré, fue con una Alejandra desesperada que iba a corriendo a la salida y chocó conmigo.

-¿Alejandra qué pasa? -la tomé de los hombros y vi sus manos, tenía sangre-. ¿Y esa sangre?

-Susan se corto las muñecas, tenemos que hacer algo, se va a desangrar -estaba muerta en llanto.

-¿Dónde está?

-En el baño de su cuarto -subí las escaleras corriendo, entré a su cuarto y luego al baño. Susan se encontraba en el piso, con un trozo de cristal, que obtuvo del espejo que rompió, en la mano y una de sus muñecas cubierta de sangre-. Maldita sea, ¿por qué lo hiciste?

Pregunté sabiendo que no respondería pues estaba inconsciente. Tomé una toalla y la envolví en su muñeca, la cargué en mis brazos y de inmediato la saqué de ahí, afuera ya nos esperaba un auto, los tres subimos a éste y nos llevaron al hospital. Unos pocos minutos después llegamos, cuando entramos y nos vieron, un enfermero me la quitó de los brazos, la recostó en una camilla y luego de decir que nos quedáramos ahí, se fue.

-¿Va estar bien, verdad? -vi a Alejandra.

-No lo sé -negué-. Espero que sí... Por mi hermano, espero que sí -se sentó y siguió llorando en silencio.

-No entiendo por qué lo hizo, ella no era así.

-Yo creo que si sé -me vio-. Tal vez pensó que haciendo eso volvería a estar con mi hermano.
-Es una locura.

-¿Qué harías tú si perdieras a Javier? -no respondió-. El amor es una locura -caminé un poco lejos de ella y llamé a Rafael-. Te tengo malas noticias.

-¿Qué pasó? -preguntó preocupado.

-Susan se cortó una de las muñecas y estamos en el hospital.

-¿Cómo está?

-No lo sabemos, llegamos hace un momento y no nos han dicho nada, pero en cuanto lo hagan te llamo y no te preocupes yo la voy a cuidar, ustedes quedense ahí.

-Está bien. Gracias. Mantenme informado.

-Por supuesto -colgué. Me senté al lado de Alejandra y tomé su mano, me vio-. Va a estar bien -medio sonrió.

-Tiene que estarlo, es de mis mejores amigas -pasé un brazo por sus hombros- y sé que es fuerte.

-Estará bien, sé que sí.

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