64- El principio.

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Valentina

Ha pasado una semana desde que me di cuenta de toda la verdad acerca de Octavio, me costó acostumbrarme a que ese es su verdadero nombre, en este tiempo sólo lo he visto dos veces, ayer y hoy por la mañana, las dos veces me ha traído flores, chocolates y me pide que lo deje estar cerca del bebé y de mí, pero como aún no ha tenido el valor de contarme todo, por eso todavía no decido que hacer con él.

Puse los Gerbers en una de las tazas de las niñas, tomé una cuchara y fui a dónde ambas estaban sentadas haciendo un desastre, le di galletas y ambas las desbarataron.

-Que desastre hicieron acá -tomé toallas de papel y limpie un poco el desastre, cuando terminé me senté en un taburete frente a ellas-. Hora de comer, preciosas.

-Am -empecé a darles de comer a ambas. Aman el Gerber y para ellas nunca es suficiente, así que en cuanto terminaron empezaron a pedir más.

-Ya no hay -hicieron puchero-. ¿Quieren leche?

-Am -sonreí. Les quité sus baberos, las limpie un poco y cargué a ambas. Me senté en el sofá, me quité la blusa y el sostén, para poder alimentar a ambas a la vez.

Después de unos minutos ambas se quedaron dormidas, eso es una ventaja de que sean gemelas, la mayor parte del tiempo, si se duerme una se duerme otra. Las recosté en su cuna y volví a ponerme la blusa y él sostén. Benjamín en estos momento está dormido, pero sé que no tarda mucho en despertar, así que aprovecharé para limpiar la cocina y acomodar un poco la sala, hay juguetes por todas partes.

Ya en la cocina tomé unas toallas y empecé a limpiar la isla que estaba llena de galletas, que ya se estaban quedando pegadas, pues estaban mojadas, con leche y saliva de bebé. Cuando logré quitar las galleta y dejar la isla intacta, boté todas las toallas al basurero y lavé los trastes, cuando terminé guardé todo en los cajones y me fui a la sala, en dónde recogí los peluches y los dejé en las cestas. Me senté en el sofá y respiré tranquila al ver que ya había orden.

Tomé mi celular y encontré mensajes de Octavio.

›Valentina, ¿podemos salir hoy? Voy a contarte todo.
›Quiero estar contigo y mi hijo.

›No puedo salir, debo cuidar a mis hijos, pero ven al departamento y aquí hablamos.

›Está bien, ya llego, quiero que sepas todo ya, porque te necesito conmigo. Te amo. √√

Dejé el celular a un lado, eché mi cabeza hacia atrás y puse ambas manos sobre mi vientre, bufé y luego centré la vista en mi vientre plano. Aún no sé cuanto tiempo tengo, pero no se nota mucho, yo hasta creía que estaba engordando y las idas al gimnasio no estaban funcionando e incluso Gónzalo me dijo que debía dejar comer tantos tacos. Suspire, siento que este embarazo no llegó en un buen momento, pero si Dios así lo quiso está bien, voy a cuidarlo y a amarlo.

-No fuiste un bebé planeado, pero ten por seguro que te amo y haré lo que sea para que seas feliz al igual que tus hermanos, incluso perdonar a tu papá, siempre y cuando me diga toda la verdad -es la primera vez que le hablo, sólo espero que me haya escuchado, porque en serio estoy dispuesta a todo por él y sus hermanos.

-Mami -escuché la voz de Benjamín desde su cuarto y me levanté de inmediato, pues estaba llorando-. Mami.

-Aquí estoy, mi amor -lo saqué de su cuna y lo abracé-. ¿Por qué lloras, bebé?

-Pote estaba tolo, mami -recosté su cabecita en mi hombro.

-Nunca vas a estar solo, mami, papi y tus hermanitos, siempre vamos a estar contigo.

-Papi, tiedo -llegamos a la sala me senté en el sofá y marqué el número de Rafael-. Mami, papi y Leli, diedon lleta -fruncí el ceño.

-¿Leli?

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