61- Octavio Landeros.

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Efrén

Emiliano estacionó la camioneta frente al edificio en el que vive Valentina, tomé la pistola que traía en la guantera y ma metí en mi cinturón. Vi a Emiliano y asintió, bajé de la camioneta y crucé la calle para entrar al edificio, ahí a fuera estaba El Seis, con un asentimiento de cabeza le indiqué que entráramos y de inmediato lo hicimos.

-¿Vienen a ver a la señora Valentina, verdad? -preguntó el portero.

-Así es -asentí.

-Voy a avisarle -tomó el teléfono.

-No es necesario -me acerqué a él, le quité el teléfono y lo dejé sobre su base.

-Pero debo hacerlo -frunció el ceño al ver al Seis sacar una pistola eléctrica-. ¿Qué van a hacer?

-Si cuando despiertes le dices algo de esto a alguien, vendré a buscarte y te hoy a matar, así que si alguien te llega a preguntar algo, tú no sabes nada. ¿Entendido? -asintió y El Seis le dio un descarga eléctrica. Cuando quedó inconsciente lo dejamos en su silla y subimos al ascensor.

-El Tres me envió un mensaje, ya se está despidiendo.

-Más vale que se despida para siempre -dije con la vista en la puerta.

Al llegar al piso de Valentina, las puertas se abrieron, cuando eso pasó Octavio estaba frente a nosotros y El Tres detrás de él. Él nos vio sorprendido y yo sonreí. El Tres lo golpeó en la nuca, y lo empujó al ascensor, ahí El Seis le dio un fuerte descarga y empezó a retorcerse, cuando quedó inconsciente lo pateé para que entrara por completo al ascensor, El Tres también subió y presionó el botón.

-¿Dónde estaba Valentina? -pregunté.

-En el cuarto durmiendo a los niños -Rafael no quería que viera nada, así que lo logramos.

Cuando el ascensor se detuvo, entre los tres lo cargamos; yo llevaba sus pies, El Seis y El Tres, sus brazos. Salimos del edificio y cruzamos la calle y lo lanzamos a la parte trasera de la camioneta. Cuando nosotros tra subimos a ésta, Emiliano arrancó.

-Al fin tendré cara a cara al maldito que mató a mi hermano -Emiliano sonrió.

***

Cuando llegamos a la bodega en dónde dejaríamos que Emiliano le diera una putiza al perro, nos encontramos con Sheko y Rafael que estaba en su silla de ruedas. Dejamos caer al imbécil al piso y me acerqué a mis amigos, mientras El Tres y El Seis lo sentaban en una silla, en dónde habían unas cuerdas para atarlo y le lanzaban agua en la cara, para que despertara.

-¿Estuvo fácil? -preguntó Sheko.

-Un poco -me senté en la mesa que estaba ahí y le quité a Rafael la botella de agua que tenía en las manos.

-¡Ey, perro! Esa es mi agua, idiota -no le hice caso a sus quejas y me la tomé toda-. Maldito estúpido, ¿ahora con qué me voy a tomar mis pastillas?

-No lo sé y no me importa -le di un golpe en la cabeza-. Desde que estás con Leslie, te has vuelto más marica.

-Eso no es cierto.

-Sí, lo es -volví a darle otro golpe en la cabeza.

-Deja de joderlo, te aprovechas porque está en esa silla, reputo -vi a Sheko.

-Entonces contigo, putito -le lancé un manotazo, pero como Rafael y su puta silla estaban en medio de los dos, no lo alcancé y en lugar de darle a él, le di a Rafael.

-Hijo de... -Rafael apretó sus puños-. Tienes muchas ganas de joder y yo tengo ganas de terminar esto e irme a mi casa, en donde mi novia me está esperando.

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