6 La chica del gorro azul

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Caen mis pulsaciones como luces en la ciudad

Había pasado casi un mes desde el accidente y durante ese tiempo, Brenda y María José se comunicaron muy pocas veces, pero una fresca mañana de viernes, volverían a verse. La cita fue en una céntrica cafetería.

—Hola Brenda, buenos días— saludó al llegar— es tarde, ya lo sé, pero a esta hora la ciudad es un caos— María José se disculpó y tomó asiento frente a ella.

—Te ves bien con uniforme— Brenda sonreía emocionada. La chica seguía siendo el recuerdo aquel que nunca olvidó.

—No tuve tiempo de cambiarme y aun así fui impuntual, pero ¿cómo has estado? ¿Cómo va tu tobillo? ​

—Mejor. Ya dejé las muletas y ahora camino con la ayuda de mi mejor amigo el bastón— lo mostró. ​

—¡Enhorabuena! Mejoras bastante rápido. ​

—Entre Javier y la enfermera que contrató, me han cuidado en exceso. ​

Se acercó la joven mesera para tomar la orden.

—Tu primero.

—Quiero un sándwich y más café, por favor— Brenda pidió.

—Yo igual— María José agregó.

La chica se retiró. ​

—Y cuéntame, ¿tu familia ya vino a visitarte?— reiniciaron la conversación.

—Solo mi mamá y estuvo unos días. La verdad no ameritaba que se quedara por más tiempo, pero mejor hablemos sobre ti.

—¿Qué te gustaría saber?

—¿Cuánto tiempo llevas siendo paramédico? ​

—¡Uff! Como doce años.

—¿Y puedo preguntarte cuántos años tienes?

—Tenemos la misma edad. Yo cumpliré treinta el 23 de enero. ​

—Perdón por todas las mentiras que te dije esa noche. ​

—Pasabas por un mal momento y las preguntas solo son de rutina. Las hacemos para mantener despiertos a los accidentados. ​

—E imagino que durante todo este tiempo que llevas ejerciendo, has visto de todo y gente mintiéndote es muy común. ​

—Deja de agobiarte con eso— ahora si se atrevió a tomar su mano que estaba sobre la mesa— y sí, he visto de todo. ​

—También quería disculparme contigo por cómo te trató Javier esa mañana que fuiste a verme. No lo tomes personal, pero él es así, todo quiere arreglar con dinero. ​

—Lo sé, lo conozco. ​

—¿En serio? ​

—Es un San Martín, son los dueños de la ciudad. ¿Quién no conoce esa familia? ​

—Yo, cuando llegué a aquí. Viajé con demasiada ingenuidad dentro de mi equipaje y de saberlo, creo que no me hubiera involucrado con él, pero cuando me di cuenta de quién era y de todo su legado familiar ya estaba enamorada.

—Por cierto, ¿de dónde eres?

—De Torreón*. ​

—¿Y llevas mucho tiempo viviendo por acá?

—Casi cuatro años.

La mesera regresó con el pedido de ambas y después de que fuera rellenada, Brenda sujetó la taza de café entre sus manos, levantó y respiró profundo para que sus pulmones y todos sus sentidos se llenaran del característico aroma de su bebida favorita.

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora