Capítulo 3

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Y como un día lo predijeron, los quince días se pasaron sumamente rápido y sin ninguna relevancia para ambas chicas, hasta la última noche que Brenda pasaba lejos de México. Se encontraba en argentina y al caer la tarde, un compañero del país anfitrión la abordó.

—Brenda, ¿te gustaría cenar conmigo?

—Primero que nada, recuérdame tu nombre.

—Ricardo Olivera.

—¡Ah sí!— exclamó— eres el jefe de producción ¿verdad?

—El mismo.

—Perdón, pero estas dos semanas he conocido a tantas personas que desde el día tres mi capacidad para retener nombres se saturó.

—Con alguien tan linda como vos cualquiera se querrá presentarse. Entonces ¿aceptás salir a cenar? Hay un restaurante cercano que tiene el mejor bife del país.

—El bife es un corte de carne, ¿verdad?

—Esto es argentina y lo único que se come aquí es carne.

—Entonces no, gracias.

—Andá, aceptá.

—Te lo agradezco, pero estoy muy cansada y quisiera dormir temprano porque el vuelo sale a las ocho de la mañana.

—Solo será una hora, lo prometo. El lugar está re cerca y sirven el mejor café que hayas tomado.

—¿Café?— se interesó— con eso debiste iniciar tu invitación— Brenda buscó el teléfono en el interior de su bolsa— y acepto ir, solo dame unos minutos porque mi esposa está esperando mi llamada.

—¿Esposa? No sabía que vos eras casada.

—Felizmente— le mostró su mano izquierda para que apreciara su anillo de matrimonio.

—Mucho menos que lo estuvieras con una mina.

—¿Una qué?

—Una mujer.

—Se llama María José y es la mejor del mundo, mira es ella— le mostró una fotografía a través de la pantalla de su móvil.

—Muy guapa, pero me gustás más vos.

Brenda ignoró ese comentario y realizó la llamada mientras caminaba junto a Ricardo con dirección al restaurante que le mencionó.

—¿Cuánto tiempo llevás casada?— le preguntó al terminar.

—Un año, un mes— miró su reloj— y descontando las tres horas que tenemos de diferencia con México, serían cinco días y cuatro horas.

—¿Tenés la cuenta exacta?

—María José y mi hija, son lo mejor que me ha pasado en la vida así que no pierdo ningún detalle de ellas.

—¿Qué edad tiene tu pequeña?

—Con ella tengo dos conteos. De edad tiene cuatro años, cuatro meses y veinte días.

—¿No sabés las horas?

—No, cuando la conocí ya tenía diez meses.

—¿Vos la adoptaste?

—Ella lo hizo.

—¿Y cuál es el otro conteo?

—Desde la primera noche que durmió conmigo que son 2 años, 10 meses, 15 días y descontando las horas de diferencia serían 20 horas.

—¿Y no te gustaría tener hijos propios?

—No. Paula, así se llama mi hija y María José llenan por completo mi existencia.

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora