Tu pelo, mi miedo y en medio tus besos
Y cada que tenían la oportunidad, las chicas se veían para dormir juntas.
—Bren, quisiera hacerte una pregunta y no tienes que responderme ahora, pero quiero hacerlo porque es algo que estuvo dando vueltas en mi cabeza toda la semana.
—Dime.
—¿Has pensado en tener una relación formal conmigo? Es decir, que termines con Javier y yo con Damián. Porque para ser honesta, no quiero una vida donde tengamos que escondernos para vivir nuestro amor.
Brenda intentó hablar, pero María José no se lo permitió.
—Por favor, necesito que medites bien tu respuesta porque estoy a un beso de ti, en ser tu mitad en esto de vivir el resto de mi vida contigo.
—¿Tu ya la tienes?
—Casi, casi desde que te conocí.
—¿Puedo saberla?
—Cásate conmigo.
—¿Qué?— esa respuesta fue la última que pensó en escuchar.
—Cásate conmigo algún día. No tiene que ser en los siguientes meses, tampoco el próximo año, pero algún día, quiero que seas mi esposa.
—Cookie, tú no crees en el matrimonio.
—Sucede que cuando conoces a la persona correcta, vuelves a creer en todo— le acomodó su flequillo.
—Si quiero estar contigo— sonrió de emoción— quiero casarme contigo.
La besó.
—Solo dame tiempo para terminar con Javier y hacer las cosas bien.
—Te esperaré y te daré mi vida entera— volvió a besarla— espérame tantito.
María José fue hasta a su habitación, buscó algo y regresó con un artículo entre sus manos.
—Bren, este anillo— le mostró— lo compré poco después de terminar mi curso de paramédico, incluso está grabado— miraron el interior— tiene las iniciales TUM que significa técnico en urgencias médicas y las de mi nombre; María José Miranda Ochoa y para mí en ese momento, significaba el compromiso de mi reciente profesión con la sociedad y aquella compra hasta el día hoy fue un tremendo error porque en servicio no podemos usar este tipo de accesorios, pero ahora— lo colocó en el dedo anular de la mano izquierda de Brenda— ahora quiero que sea tuyo y no tienes que usarlo a diario, pero cada vez que lo mires, quiero que recuerdes este momento, pero sobre todo, quiero que recuerdes que deseo pasar el resto de mi vida a tu lado.
Brenda permaneció en silencio y se quedó sin palabras ante esa pequeña gran acción y contempló su mano con singular alegría.
—Y para nuestra boda— María José continuó— ya visualicé ese día. Tú, preciosa, con un vestido blanco y llegando del brazo de tu padre.
—Te imagino de la misma manera, pero no sé si vas a querer llegar acompañada de tu papá.
—Mientras esté mi mamá y tú seas mi esposa, lo demás no me importa.
—Quiero besar cada despertar y todas tus mañanas que me quiera regalar.
—Yo igual cariño, pero antes hay que cenar porque muero de hambre.
Brenda tomó asiento sobre la silla más próxima a la mesa y María José comenzó a servir los alimentos.
—Mi madre siempre dice, all you need is love and wine (todo lo que necesitas es amor y vino) y está noche quiero compartir contigo, uno de mis favoritos— llevó a la mesa dos copas y destapó la botella para servir en ambos recipientes.
—Y eso, es una canción de los Beatles, omitiendo la parte del vino— Brenda corrigió.
—Lo sé, pero la señora Maite siempre le ha gustado acompañar todo con esto— movió la botella— así que esta noche yo invito el vino y a ti te toca el amor— le sonrió.
—Brindemos— chocaron sus copas— por nosotras.
—Que todas las noches sean con vino y que toda la vida sea contigo.
Después de cenar, se prepararon para dormir.
—Me ayudas con el cierre de mi vestido— pidió al mismo tiempo que giró su cuerpo para quedar de espalda y facilitar la maniobra.
María José se acercó. Le sujetó el cabello y lo acomodó sobre el hombro derecho. Con suma lentitud, deslizó el cierre y mientras lo hacía, mantuvo su vista sobre el cuello.
—¿Todo bien?— sintió que la acción tardaba más de lo normal.
—Observo mi lunar favorito— acarició parte de la espalda.
La chica se aventuró y agregó algunos besos sobre los hombros recién descubiertos. Brenda decidió reincorporar su cuerpo para quedar frente a frente y mirándose, dejó caer su vestimenta al suelo. A pesar de ya haber dormido juntas varias veces y en repetidas ocasiones haberse visto semidesnudas, esa noche su desnudez era diferente, esa noche su amor les pedía más. Nunca hubo maldad, solo ingenuidad y en sus miradas se reflejaba; era lo único que podían transmitir. María José se apresuró a abrazarla.
—Bren, eres una mujer excepcional— le contó al oído— tú me has hecho tan feliz que siempre estaré a tu lado, cuidando de ti.
Solo ellas dos, descubriéndose, despeinando a besos tanto amor y fueron sus labios tan corteses que caían como la nieve encima de la piel.
—Bren.
—¿Sí?
—Nunca he hecho esto.
—No tienes que hacerlo.
—Es que ese es el problema, que si quiero. Hasta vi videos, pero no sé cuál vaya a ser el resultado.
—¿Qué viste qué?
—Videos y fueron bastante explícitos.
—No creo que sea peor a como Javier lo hace.
—¿Es muy malo?
—Pésimo. Por esa razón desde hace mucho le pedí que dejara de hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque no sentía nada y con su barba solo me irritaba las piernas. Él nunca mostró interés en mejorar o al menos intentarlo, por eso decidí omitir esa parte en nuestros encuentros.
—Damián es muy bueno haciendo eso y sé que todos los cuerpos son diferentes, pero podría intentar replicar algo de lo que a mí me gusta y he aprendido.
—Me encantaría que lo hicieras.
Beso a beso se quisieron con tanta emoción.
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Cometas por el cielo [Completa]
RomanceDicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar, como el respirar. Yo, no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a una mujer porque me enamoré de una. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a desliz...