Y a tu regreso estaré lejos, entre los versos de algún tango
Esa mañana de viernes, las chicas desayunaron en el orfanato. Todas las niñas estaban muy emocionadas porque volvieron a ver a María José. Todas, excepto Paula, la pequeña se la pasó en los brazos de Brenda y cuando se tuvo que marchar, sufrieron una amarga despedida y eso bastó para que a María José le quedara claro su lugar en esta vida.
Un poco más tarde, llevó a Brenda hasta su trabajo. Ese sería su último día laboral antes de contraer nupcias y al regresar, decidió pasar por los vestidos, pero como el taller de la diseñadora estaba ubicado sobre una avenida principal, optó por estacionar el auto en una calle aledaña y prefirió caminar antes de estresarse por conseguir un espacio y poco antes de llegar, presenció un accidente; su instinto de paramédico la hizo correr a auxiliar a los posibles heridos.
Un niño de aproximadamente doce años de edad y que andaba en bicicleta fue golpeado por un auto y este, era conducido por una joven mujer. Primero se acercó al infante que yacía en el suelo, su madre que estaba cerca gritaba por ayuda. El pequeño no tenía lesiones visibles, pero aun así le pidió permanecer quieto. María José levantó la vista un instante y a través del parabrisas, observó cómo la conductora se colocó la mano detrás del cuello y comenzó a mover la cabeza de lado a lado. Se levantó y le pidió a una persona que estaba cerca, que llamara a los servicios de emergencia. Caminó hasta la puerta del conductor e intentó abrir, pero no lo consiguió y solicitó a su ocupante que lo hiciera desde adentro; la chica obedeció.
—Tranquila, soy paramédico.
—¿Y tú uniforme?— le preguntó de inmediato.
—Estoy de vacaciones. ¿Cuál es tu nombre?
—Samantha Millán.
—Hola Samantha, mi nombre es María José Miranda. ¿Puedes indicarme donde te duele?
—¿Cómo está el niño?
—No tiene lesiones, estará bien. ¿Tienes malestar en el cuello?
—¿En qué organización o institución trabajas?
—Para la Cruz Roja, en Sinaloa. Puedo recitarte mi juramento de paramédico, si quieres— bromeó.
—Te escucho— le respondió con absoluta seriedad.
María José admiró por primera vez los ojos azules de esa chica que la llenaba de cuestionamientos y comenzó a pronunciar su juramento y casi al final, Samantha la acompañó para entonarlo a una sola voz.
—Mi misión es sostener aquello que al nacer se da y al morir se pierde, porque entre la vida y la muerte, somos la diferencia.
Le causó demasiado asombro que la chica conociera esas líneas.
—¿Eres paramédico?— ahora ella hacía las preguntas.
—No, pero mi padre sí. Él trabaja para el ERUM* en la ciudad de México.
—¿Eres de Querétaro?
—No.
—¿Tienes familia aquí?
—Tampoco. Solo visité unos amigos.
Samantha descubrió que una unidad policiaca con dos elementos abordo llegaron al lugar de los hechos.
—¿Me llevarán detenida?— sintió temor.
—Tal vez. ¿Quieres que le avise a alguien?
—Sí, toma— le entregó su celular— mi padre está en mi agenda como Millán. Él se llama Leonardo, llámale y cuéntale lo ocurrido, pero dile que estoy bien.
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Cometas por el cielo [Completa]
RomanceDicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar, como el respirar. Yo, no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a una mujer porque me enamoré de una. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a desliz...