71 Flores en la orilla

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Te esperé mil noches después

Al otro día, Brenda y Javier salieron de casa muy temprano. Ella condujo todo el trayecto y recordó a la perfección como llegar a su destino. ​

—¿Aquí vive la paramédico?— Javier cuestionó al mismo tiempo que miraba todo el exterior de aquel hogar.

—Se llama María José y es casa de su padre. ​

La chica descendió del auto y presionó el botón del intercomunicador.

—Buenos días— una mujer atendió— ¿puedo ayudarle en algo?

—Mi nombre es Brenda Santillán y soy amiga de María José. ¿Ella se encontrará?​

—Un momento— escuchó. ​

En el interior de la casa se encontraba como casi siempre, Karina y el doctor Miranda. ​

—Doctor, afuera esta Brenda y quiere ver a la señorita María José— Karina le contó.

—¿Brenda Santillán?— él se sorprendió. ​

—Sí.

—La sorpresa del día— dejó por un lado el periódico que leía y se levantó del sofá— hazla pasar.

—Adelante— escuchó la chica que esperaba afuera. ​

—Gracias. Vengo en auto. ​

Brenda regresó a su coche y el enorme portón se abrió para que los visitantes entraran. Ellos recorrieron el inmenso jardín que rodeaba todo el inmueble. ​

—¡Qué hermoso lugar!— Javier expresó.

Llegaron hasta la entrada principal donde el señor Miranda los esperaba.

—Buenos días, bienvenidos— saludó a los recién llegados. ​

—Hola doctor, soy Brenda. No sé si aún me recuerda. ​

—No, una disculpa— estrechó su mano. ​

—Soy amiga de su hija y él es mi esposo, Javier San Martín— lo presentó— lamento mucho lo sucedido con su esposa. ​

—Gracias por la visita. Pasen, por favor— los invitó a entrar y a tomar asiento. ​

Para Brenda fueron un montón de recuerdos cayéndole de golpe. ​

—Su hija, ¿estará?— se apresuró a preguntar, no quería perder ni un solo segundo.

—Ella desde hace unos meses no vive aquí, se mudó a un departamento cerca, si quieren los llevo. ​

—Se lo agradeceríamos. ​

—Solo permítanme llamarla para saber si está disponible— tomó su móvil para hacer la marcación.

Javier como buen arquitecto, no podía dejar de admirar el interior de la casa y María José atendió la llamada que estaba en altavoz. ​

—Hola papá, buenos días— y su voz, aún era capaz de generar un mar de emociones en Brenda. ​

—Hola hija, te llamo porque pensaba visitarte.

—¿Ahora?

—Solo si pudieras recibirme. ¿Estás ocupada?

—No, aquí te espero.

—Perfecto, entonces llego en unos minutos.

—Vale.

—Oye.

—Mande.

—¿Samantha está contigo?​

—No, ella viene en la tarde. ​

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora