Capítulo 4

88 8 0
                                    

Algunas semanas después, Brenda se sorprendió al notar que entre los pasillos de las instalaciones de exa había un rostro conocido; Ricardo Olivera, quien viajó desde Argentina para continuar con su plan de enamorarla.

—Ricardo ¿qué andas haciendo por estos rumbos?— se acercó a saludarlo.

—Vine a ver a vos.

—¿Y cómo para qué?

—Quería verte otra vez.

Ella entendió.

—Pensé que ese tema entre tú y yo había quedado en el pasado.

—No soy de rendirme tan rápido y mucho menos cuando el rival es una mina.

—Quedamos que mina es una mujer ¿verdad?

—Si.

—María José no es tu rival porque no hay ninguna competencia y punto final a esa situación.

—No estoy de acuerdo.

—No tienes por qué estarlo así que solo me resta decirte, bienvenido a México y disfruta tu estadía. Si necesitas algo pídeselo a alguien más porque yo no estoy disponible para ti— la chica intentó alejarse.

—Brenda espera— le sujetó la mano, pero casi de inmediato dejó de hacerlo— ¿por qué me rechazás?

—Porque no me interesa tener una relación contigo.

—¿Ni como amigo?

—Si será meramente amistad sin andarme hostigando, adelante. Pero si continuarás con tu plan seductor podemos dar por terminada esta conversación.

—Amistad, lo prometo.

—Entonces empieza por dejar de mirarme como lo haces porque me incomoda.

—Disculpáme, pero no puedo, vos sos bellísima.

—Y cambiando de tema, estaba por salir a comer. ¿Quieres acompañarme?

—Solo si aceptan dólares porque de momento es lo único que tengo.

—Yo te invito.

Emprendieron su camino para salir de las instalaciones y buscar algo de comida.

—¿Y ya tienes dónde hospedarte?

—¿Me llevarás con vos?

—Nunca— le respondió de inmediato— pero lo pregunto porque puedo ayudarte a buscar algún hotel agradable y cerca de aquí.

—Me quedaré con Paco.

—¿El de producción?

—Si.

—Perfecto.

Por la noche y al terminar su horario laboral, Brenda esperaba a que María José llegara por ella y Ricardo decidió hacerle compañía.

—¿Te han dicho que eres re-linda?

—Mi esposa me lo dice a diario— le respondió indiferente.

—¿Pero te ha dicho que lo eres más, bajo la luz de la luna?

—¿Quieres parar?— lo miró.

—¿A vos le molestan los halagos?

—Viniendo de alguien que solo me ve como un ser cogible, sí y mucho.

—¿Quién habla de coger? Yo te quiero para algo bien.

—Ricardo, hablé contigo en la tarde y lo hice hace unas semanas en Argentina y pensé que eras un tipo inteligente con la suficiente capacidad para comprender que soy una mujer casada— hizo énfasis y separó por silabas— ca-sa-da.

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora