Recuerda que la fuerza está en ti
Samanta la acompañó hasta su departamento y en el interior, todavía se respiraba el característico olor de su madre, María José volvió a llorar cuando recordó lo sucedido.
—No estás sola, mi papá y yo estamos contigo— la consoló.
—Todo fue mi culpa, Sam. Debí comprarle comida al gato, pero lo olvidé, olvidé hacerlo— dijo entre lágrimas.
—Pero pasó y ya no puedes hacer algo para cambiar el presente. Ella se ha ido.
—Nunca me lo perdonaré.
—No vuelvas a repetir eso.
—Soy la única culpable.
—Oye, ¿quieres escuchar una historia?
Con todo el remordimiento asfixiando su garganta, María José respondió que sí moviendo la cabeza y decidieron tomar asiento sobre el sofá.
—Cuando tenía diez años— Samantha comenzó a narrar— una compañera del colegio me invitó a su fiesta y me dijo que el lugar tenía una pista de hielo. Yo sabía patinar sobre asfalto, pero nunca lo había hecho sobre hielo y un día antes del evento, le pedí a mi mamá que me llevara a practicar mi patinado porque no quería hacer el ridículo frente a mis amigos y ella aceptó. Mi madre era la compañera de todos mis juegos, mis aventuras, era mi cómplice y mi mejor amiga. Mi papá siempre ha trabajado mucho así que solo la tenía a ella— Samantha limpió de su rostro algunas lágrimas— estando en el lugar— reanudó— pasaron como treinta minutos cuando mi mamá, igual de inexperta que yo, se cayó y se golpeó la cabeza contra el piso de hielo. Ella con mucha dificultad logró levantarse y me sonrió como si nada hubiera pasado. Recuerdo haber estado muy asustada y como pudo se acercó a mí y me dijo que caer estaba permitido, pero levantarse era una obligación y me abrazó. Al poco rato decidimos no seguir ahí, mejor iríamos a comer y antes de volver a casa, pasaríamos al cine, pero cuando caminábamos para la salida, ella se desplomó por segunda ocasión y esta vez ya no se levantó. ¿Sabes que dictaminó el médico forense?
—Sí, puedo imaginarlo.
—Mi mamá murió porque el golpe le produjo un hematoma epidural*. Mi mamá murió porque yo no quería hacer el ridículo frente a mis amigos.
Era la primera vez que Samantha le contaba sobre su madre y la primera vez que María José la veía llorar.
—Sam, lo siento tanto— la abrazó. Compartían el mismo sentimiento y la misma perdida.
—Y durante muchos años— continuó— me sentí culpable de su muerte, así como tú lo haces ahora. Mi papá pagó demasiado dinero en terapias, pasé por infinidad de consultorios con psicólogos y nada me hacía desechar la culpa, hasta que una noche soñé con mi mamá y de lo poco que recuerdo fue que la abracé y que le pedí perdón— sus lágrimas volvieron a aparecer— ella me respondió que todo estaba bien, que se sentía en paz, pero quería que yo también lo estuviera y me pidió ser feliz porque le gustaba verme sonreír. Me cantó una vez más mi canción favorita para dormir, besó mi frente y yo desperté. A partir de ese día, solo hago tres cosas— las enumeró usando sus dedos— ser feliz, sonreír y estar en paz porque a mi mamá le gustaba verme así— en medio de su llanto, una sonrisa se dibujó— ahora siéntete afortunada porque eres a la primera persona que le cuento esto.
María José, quien no podía dejar de llorar, buscó cobijo entre sus brazos.
—Los accidentes pasan— retomó la palabra Samantha— y nadie está exento de sufrir alguno, la diferencia radica en como los enfrentas. Hoy, mañana y los próximos días vive tu duelo, pero no hagas de el un lugar para vivir. Tu madre no lo habría querido así y ahora te toca a ti seguir este viaje.
—Nunca antes había sentido un dolor tan grande como el que ahora siento. Ni cuando me rompí el brazo aprendiendo a andar en bicicleta o cuando Bren me dejó.
—Si ella estuviera hoy contigo, ¿te sentirías un poco mejor? Porque si es así, en este momento subo a mi coche, voy a buscarla y no regreso hasta que la encuentre.
—No Sam, aprendí a vivir sin ella y ahora solo te necesito a ti.
—Entonces quítate ese uniforme, báñate y arréglate porque tienes que ir a despedir a tu mamá. Mientras yo, saldré a comprarle comida a tu gato porque ella lo adoptó para ti.
—Gracias— estrechó su cuerpo buscando un poco de su cariño.
Caía la tarde cuando su padre llegó al lugar donde estaba siendo el funeral. María José corrió hasta sus brazos como nadie más lo hará.
—Perdóname, perdóname, por favor— le repetía sin descanso. La culpa seguía sin abandonarla y ese, sería un proceso largo para ella.
Él contestó que todo irá bien.
—Debía cuidarla, debía estar a su lado.
—No llores mi cielo porque vas a hacer que llore contigo y sabes que a tu madre no le gustaba vernos así.
La abrazó con fuerza para tranquilizarla.
—Tienes que ser fuerte— le pidió.
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*un sangrado rápido que presiona el cerebro y se debe buscar atención médica inmediata.
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Cometas por el cielo [Completa]
Lãng mạnDicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar, como el respirar. Yo, no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a una mujer porque me enamoré de una. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a desliz...