24 Tu y yo

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La versión de un amor sin esencia

Noches después y dentro de su misma jornada laboral, María José tuvo un rato libre. Se aisló de sus compañeros y logró escabullirse hasta la oficina de Damián. Tomó asiento tras el escritorio e inició una búsqueda en el navegador web de su celular; tecleó sexo entre chicas. Al instante obtuvo miles de páginas con mucha información, más de la que necesitaba quizá. Accedió a la primera opción y eligió el segundo vídeo disponible.

—Veamos— se motivó a sí misma.

Silenció por completo el móvil; no quería sorpresas.

—La parte de los besos podemos omitirla, vayamos a lo importante.

Adelantó la reproducción.

—No será tan difícil como lo pensé— continuaba hablando sola— Damián es muy bueno haciendo esto, algo debí aprender.

Adelantó un poco más.

—Esto sí que es interesante— observó los dedos de su mano derecha— me recortaré más las uñas.

Ella pretendió mirar un video adicional, pero Damián apareció de súbito en la oficina. María José se asustó y soltó el celular; este cayó al suelo. La chica de inmediato se agachó para tomarlo y bloqueó la pantalla.

—¿Qué haces?— preguntó. Le intrigó tanto misterio.

—Nada interesante— respondió poniéndose de pie.

—¿Y por qué te escondes?

—No estoy escondida. Solo vine porque me está doliendo la cabeza y buscaba una pastilla.

—¿En mi oficina? Sabes que no tengo medicamentos.

—Pensé que tal vez sí. Luego mi hermano me envió un video y me entretuve mirándolo.

—¿Y de qué trata?

—¿De qué trata qué?

—El video.

—No le presté atención, creo que fue de algo gracioso que les ocurrió hoy. Yo pensaba en otra cosa.

—¿Y en qué pensabas?— se cruzó de brazos.

—Que me duele la cabeza, Damián, acabo de decirlo. ¿Ahora me cuestionarás todo? ¿Hasta mis pensamientos?

—No, solo me pareció muy extraño que desaparecieras y que estuvieras aquí, a puerta cerrada.

—¿Tengo prohibido estar en tu oficina? Dímelo para no volver.

—Sabes que no, yo solo...— hizo una pausa— mejor olvídalo. Últimamente no te puedo preguntar algo porque parece que todo te molesta y te buscaba porque los chicos van a comprar tacos para cenar. ¿Quieres pedir?

—No, gracias.

María José se retiró sin dar explicaciones.

Algunas lunas después, las chicas volvieron a dormir juntas y pasaron la noche en el departamento de María José. Sus tiempos iban de maravilla y cerca de las siete de la mañana ya se encontraban desayunando porque Damián, día a día, pasaba por ella para llevarla al trabajo. Solo no contemplaron que, en esa ocasión, él llegaría más temprano de lo habitual y golpeó la puerta para anunciar su llegada.

—Nena, soy yo ¿puedes abrir? Olvidé mis llaves en el coche y no quiero bajar por ellas— proclamó desde afuera.

—Dame un segundo— María José respondió e intentó no ponerse nerviosa para sacar a flote la situación.

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora