Un segundo eterno que detiene el tiempo en ti
Viernes 15 de Julio
El reloj marcó las nueve y treinta de la noche, Brenda viajaba de copiloto, Natalia conducía el auto y Paul, su novio descansaba sobre el asiento trasero y quien, por cansancio, se quedó dormido. Ellos circulaban por una de las avenidas más concurridas de la ciudad, pero esa noche y por el clima, se encontraba despejada. La luz roja del semáforo los detuvo en un cruce y mientras esperaban el paso, en el estéreo se reproducía la canción más bonita del mundo. La iluminación cambió a verde, Natalia soltó el pedal del freno y pisó con cautela el acelerador. Las llantas rodaron un par de metros y luego todo pareció desaparecer. Los chicos solo escucharon el rechinido de los neumáticos al frenar, el golpe de un auto contra otro y la explosión de vidrios al momento de la colisión. Para Brenda, su entorno se volvió confuso y un zumbido le aturdía los sentidos mientras que Natalia y Paul no dejaban de hablar y de preguntarse si estaban bien.
El joven fue el primero en salir del auto y ayudó a su novia a hacer lo mismo. Brenda no contó con la misma suerte ya que como su puerta recibió todo el impacto; se encontraba atorada. De a poco, la gente comenzó a acercarse para mirar lo sucedido y alguien llamó a los servicios de emergencia porque estos no tardaron en aparecer y de la ambulancia marcada con el número 28, descendieron tres paramédicos. Cada uno se dirigió a un herido.
—Hola, mi nombre es María José Miranda, soy paramédico de la Cruz Roja y voy a revisarte, ¿de acuerdo?— se dirigió con la única persona que aún permanecía dentro del auto colisionado y lo hizo a través de una ventana completamente destruida.
—¡Ayúdame, por favor! ¡No puedo respirar!— Brenda pasaba por una crisis de pánico.
—Tranquila, he venido a ayudarte.
—¡No puedo respirar!— a cada segundo se ponía más impaciente.
—Mírame— fijó su vista en ella— te enseñaré un ejercicio simple. Respira conmigo— María José inhaló a profundidad, contó hasta tres y luego exhaló con lentitud— otra vez— lo volvió a hacer— lo estás haciendo muy bien, una vez más— concluyó las repeticiones cuando descubrió serenidad— ¿te sientes mejor?
—Si, gracias.
—Estas crisis, ¿te ocurren a menudo?— se acomodó un par de guantes desechables antes de iniciar con el protocolo.
—Hace mucho no padecía una.
—¿Tomas algún medicamento?
—No.
—¿Eres alérgica a algo?
—No— intentó enfocar sus pensamientos— bueno no sé.
—Tómalo con calma. ¿Me dejas ponerte un collarín?— lo mostró.
—Si.
Con sumo cuidado lo acomodó alrededor del cuello.
—¿Sabes qué día es hoy?— continuó.
Brenda se tomó unos segundos para concentrarse y pensar la respuesta.
—¿Quince de julio?
—Acertaste— le sonrió y se colocó el cubre boca sobre el rostro— ¿cuál es tu nombre?
—Brenda San...— titubeó.
—¡Órale!— expresó asombrada— ¿tienes descendencia oriental?
—No, no tengo nada que ver con esa cultura— se corrigió— me apellido San Martín.
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Cometas por el cielo [Completa]
RomanceDicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar, como el respirar. Yo, no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a una mujer porque me enamoré de una. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a desliz...