Más allá del uno de enero
Cuando las vacaciones llegaron a su fin, Brenda regresó y María José la esperó en el mismo aeropuerto de días atrás. Llevaba entre sus manos un pequeño arreglo con algunos tulipanes amarillos, ya que eran las flores favoritas de la recién llegada.
—Bienvenida— le entregó el regalo.
—Tú siempre tan linda conmigo— lo recibió.
—¿Me dejas darte un abrazo?— María José, quien se la vivía buscando el contacto el físico entre ellas, pidió.
—Por supuesto.
—Te extrañé demasiado— le contó al oído y sintió como los latidos de su corazón volvieron a sincronizarse.
—No era necesario que vinieras por mí.
—No quería pasar más tiempo sin verte. ¿Cómo está tu familia?
—Todo bien, ¿y tú? ¿Mucho trabajo?
—Hoy ya no tanto. ¿Tienes hambre? ¿Quieres ir a comer?
—¿No tienes que volver al trabajo?— le recordó que traía puesto su uniforme.
—Si, pero no importa si me tardo un poco más— le acomodó el flequillo detrás de su oreja— estoy feliz de que hayas vuelto.
—¿No tendrás problemas con Damián?
—No, no preocupes— y si los tenia, en ese momento no le importaban.
—De acuerdo.
Durante el trayecto, Brenda se miraban visiblemente triste y cabizbaja.
—Bren, ¿qué tienes?— la descubrió mirando al horizonte y sin rumbo fijo.
—Siempre que regreso de Torreón estoy así.
María José le sujetó la mano; sintió empatía. Ella también se encontraba lejos de su familia y en ocasiones, la nostalgia pasaba a visitarla.
—Me aflige el pensar que debo esperar a que mi mamá venga o yo vuelva a ir para disfrutar de mi comida favorita— apoyó su cabeza en el cristal y empañó de un suspiro la ventana.
—¿Cuál es tu comida favorita? Pensé que eran los tacos.
—Además de eso, mi mamá prepara una sopa azteca deliciosa.
—Un platillo muy rico.
—Pero la de ella tiene un toque especial que la vuelve única.
María José almacenó en su memoria un detalle más que hacía feliz a Brenda.
Llegaron al restaurante y Brenda se emocionó al descubrir que el lugar tenía una pantalla enorme y que transmitían un partido de futbol de alguna liga europea.
—¿Desde cuándo te gusta el fútbol?— volvió con las preguntas. Quería recopilar más datos.
—Desde adolescente. ¿A ti te gusta?
—Prefiero otros deportes— les asignaron mesa y tomaron asiento.
—¿Cómo cuáles?
—Soy más de combates. Tipo box, taekwondo, peleas de la UFC, karate, cosas así.
—¿Prácticas alguno?
—Soy cinta negra en taekwondo y en el gimnasio hago kick boxing y defensa personal.
—A partir de hoy trataré de no hacerte enojar— bromeó.
—Jamás te lastimaría— colocó sus manos encima de las de ella— nunca te haría daño.
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Cometas por el cielo [Completa]
RomansaDicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar, como el respirar. Yo, no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a una mujer porque me enamoré de una. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a desliz...