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Después de ti prometí cuidarme y cerré con llave mi corazón

Cuando el funeral terminó, María José volvió a su departamento.

—¿Estás segura de que no quieres quedarte en la casa?— le preguntó su papá. Él la llevó hasta el edificio que habitaba.

—Allá hay demasiada gente y yo quiero estar sola. A veces el silencio es un buen amante para escuchar.

—¿Samantha vendrá más tarde?— no quería que su hija pasara en solitario ese momento difícil.

—No, ella ya hizo mucho por mí.

—¿Al menos puedo acompañarte hasta la puerta del departamento?— sugirió.

—Solo que, si el elevador sigue sin funcionar, tendremos que usar las escaleras. ​

—No importa. ​

Salieron del coche. Padre e hija subieron piso por piso hasta llegar al quinto. ​—¿Quieres entrar?— lo invitó— me gustaría contarte algo.​

—Sí, hace mucho no platicamos. ​

Después de alimentar a Van Gogh, María José le ofreció un vaso con agua a su papá y se sentaron juntos sobre el sofá.

—¿Te acuerdas cuándo me dabas clases de medicina en casa?— la chica comenzó a hablar— antes de que me fuera a vivir a Querétaro. ​

​—Debo admitir que has sido mi mejor alumna.

—No te lo dije antes, pero tus lecciones me sirvieron mucho. Rápidamente dejé ser la novata y me convertí en un mejor paramédico.​

—Pasé demasiado tiempo exigiéndote cuando debí darte mi apoyo.

María José se acercó un poco más y recargó su cabeza sobre el hombro de su padre. ​

—Vas a estar bien, vamos a estar bien— la consoló.

—La voy a extrañar— lloró.

—Mientras no la olvides, no se habrá marchado del todo— dejó un beso sobre la cabeza de su hija— y ya que comenzó el momento de las confesiones, quisiera hacer una. ​

—Dime— María José limpió sus lágrimas y acomodó su cuerpo de tal manera que pudiera mirarlo de frente. ​

—Cuando te impartía clases en la universidad, a veces me equivocaba a propósito porque sabía que tú lo notarías y me lo harías saber. Amaba debatir contigo. Sin duda, serías una excelente doctora, pero no más de lo que ya eres siendo paramédico. Estoy muy orgulloso de ti y perdóname por no haberlo dicho antes.

Por primera vez, María José sintió una conexión especial con su papá. ​

—Y si lo quisieras, puedes regresar a vivir a la casa.

—Si no te molesta, quiero seguir aquí, pero te visitaré a menudo y lo que, si me gustaría hacer, es continuar tomando tus clases. Es muy probable que me suspendan, así que tendré tiempo de sobra. ​

—Podemos hacer un tipo club de estudio con tus hermanos. ​

—Te anticipo que tú y yo, no tendríamos oportunidad de ganarles un debate a esos dos. Tus hijos son unos malditos genios.​

​—Soy un hombre afortunado— le sonrió— me tocaron los mejores. ¿Puedo hacer otra confesión? Esta quizá ya la conozcas, pero me gustaría que escuches mi versión. ​

—A partir de hoy, quiero me cuentes todo.

—Tu madre tenía como cinco meses de embarazo, cuando en un ultrasonido nos dijeron que ibas a ser niña. Todavía no nacías y ya habías puesto mi mundo al revés.​

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora