Una diva sin nombre un montón de ilusión
Al siguiente día, acordaron que María José pasaría por Brenda a las 11 de la noche para ir a la función de cine y por la época propia del año, estuvo lloviendo durante casi todo el día.
—Hola— saludó estando dentro del auto y su mejilla besó— gracias por no abandonarme.
—Al contrario, gracias por permitirme ir contigo— encendió la luz interna de su auto para observarla— te ves muy bien con ropa casual.
—No pensé que estuviera siendo tanto frio.
—¿Quieres volver a tu apartamento por algo más abrigador?
—No, no quiero llegar tarde.
—¿Segura?
—Sí, estaré bien.
María José miró al asiento trasero de su coche y descubrió que sobre este, se encontraba su jersey azul, lo sujetó y lo colocó sobre las piernas de su acompañante.
—Te presto mi suéter.
—Me gusta el color— lo acarició— está muy suavecito. Siento como si estuviera tocando al monster cookies.
—¿Al monstruo come galletas?— le pareció graciosa la comparativa— nunca lo había visto de esa manera.
Cuando llegaron al cine, algunas personas que obtuvieron sus pases de entrada, ya estaban a la espera y de inmediato reconocieron a Brenda que, como si se tratara de una celebridad, querían tomarse fotos con ella. María José se mantuvo a la distancia, pero nunca dejó de verla; le gustaba todo, todo de ella. Adoraba esa calma que tenía para hablar y sentía que despeinaba su soledad.
Cuando estaba por iniciar la película, volvieron a reunirse.
—Ahora sí, préstame tu jersey— lo sujetó y al colocárselo, percibió una peculiar fragancia— me gusta tu perfume.
—También a mí, monster cookies.
Rieron.
—La gente te aprecia— María José continuó.
—Una razón más para amar mi trabajo.
—¿Quieres comprar algo en la dulcería?
—Palomitas y a falta de café, mucho chocolate.
Pidieron y les entregaron su orden.
—Si Javier me viera comer todo esto, terminaría conmigo al instante— Brenda comentó al mirar su charola llena de golosinas.
—¿Siempre haces lo que él te dice?
—No, no es eso. Solo que no le gusta que consuma comida chatarra.
—Disculpa la pregunta. Mejor entremos porque ya comenzó la película.
En el interior de la sala, tenían asignados dos asientos de la última fila y cuando la función concluyó, regresaron a la casa de Brenda.
—María José, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Si, por supuesto.
—Bueno, más que pregunta, es una propuesta.
—Te escucho.
—¿Te quedarías a dormir conmigo?
—¿Por qué?
—Es que considero que es muy tarde para que te vayas a casa y ya que me acompañaste al cine, quisiera devolverte el favor.
—De acuerdo— le agradó la invitación.
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Cometas por el cielo [Completa]
RomansaDicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar, como el respirar. Yo, no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a una mujer porque me enamoré de una. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a desliz...