46 La esperanza debida

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Donde estés te cantaré solo a ti

María José y Samantha acordaron verse en una conocida tienda de vinos, la chica quería comprar una bebida para agradecer la invitación a comer y después se desplazaron al hogar de la familia.

—¡Samantha!— una niña siete años de edad, corrió por toda la sala para encontrarse con las recién llegadas.

—Hola manzanita— Samantha abrazó a la pequeña que la recibió con la ruidosa bienvenida— mira lo que te traje— le mostró una barra de chocolate— pero la abres hasta que termines de comer, no quiero que te regañen ¿okey?

—Gracias— la niña tomó el obsequio y volvió a abrazarla.

—¡Renata!— una voz femenina se escuchó a la distancia— ven, por favor.

—Oye, ¿le das un abrazo a mi amiga?— le pidió.

—Si— la pequeña respondió emocionada.

María José recibió y correspondió las muestras de cariño.

—Ahora vete con tu mamá— le ordenó Samantha.

La niña volvió a correr para llegar con su madre.

—Es mi hermanita Renata y la señora que le habló es Rebeca, su mamá y esposa de mi papá.

—¿Tus padres están divorciados?

—Mi mamá murió cuando yo tenía diez años.

—Lo siento.

—Fue hace mucho, ya lo superé. ¿Me acompañas?

Continuaron con su andar y llegaron hasta su habitación.

—Pasa— Samantha abrió la puerta.

—¿Y si mejor te espero en la sala?— se retractó de haber llegado hasta ahí.

—Ya estás aquí— insistió sujetándola del brazo para animarla.

Entraron.

—Toma asiento en lo que me baño— le mostró un sillón que estaba al fondo.

Samantha sin pena alguna, se desnudó hasta quedar en ropa interior mientras recorría de lado a lado su habitación, acomodando la indumentaria que usaría esa tarde.

—Oye María José— se inventó una excusa para acercarse— tú que tienes conocimientos de medicina, ¿qué crees que sea esto?

La chica se tocaba la parte superior del seno izquierdo y la otra solo la miraba. Se sintió presa del nerviosismo.

—Préstame tu mano y toca— la colocó sobre su pecho semidesnudo.

—Deberías visitar a un médico, se siente un poco inflamado— le comentó y casi, casi tartamudeó. Su mano temblaba y Samantha no dejó de mirarla. Ella sabía el efecto que causaban sus ojos azules sobre las personas.

—Pero ¿qué crees que sea? Lo descubrí hace unos días— agregó mientras mantenía cautiva la mano de María José sobre su pecho.

—No lo sé— pasó saliva. Ella solo podía pensar en cómo librarse de esa situación.

—¿Crees que sea algo malo? ¿Algo de lo que deba preocuparme?

—En el peor de los casos podría tratarse de un tumor, pero mejor has cita con un especialista— y de un jalón, recuperó su mano.

—Eso haré. Me iré a bañar— le sonrió antes de dar media vuelta y retirarse.

Mientras esperaba a que Samantha reapareciera, hojeó algunas revistas que estaban sobre el sillón, la mayoría abordaban temas sobre mercadotécnica y publicidad. Cuando la chica salió del baño, lo hizo envuelta en una toalla blanca y traía otra en su cabeza, la cual le sujetaba por completo el cabello. Dejó caer ambas al suelo y comenzó a vestirse.

Cometas por el cielo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora