Capítulo 12.

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Magnus

E.M E.M

Veo las iniciales que he escrito en la parte inferior de la hoja y me cuesta creer que de verdad yo las he puesto ahí. Se lo atribuyo al aburrimiento que me causa esta reunión, no pienso darle otra explicación. Denavritz sigue hablando, tratando de persuadirnos para que aceptemos la invitación de Sigourney y le permitamos unirse a estos diálogos. Nos ha dado el papel con las propuestas que Gretta dejó antes de irse y yo lo único que he hecho es llenar los espacios vacíos con estupideces.

Emily.
Emilia.
Emilia es aceptable.

Ayer se fue de mi habitación en la madrugada. La vi pelear contra el sueño porque no quería marcharse, aunque tampoco quiso quedarse. No entiendo que es a lo que le teme. No voy a comérmela viva. Bueno, puede que un poco sí, pero no igual que un depredador. El cinto azul que le quité a su vestido hoy está atado a mi muñeca, escondido bajo la manga de mi camisa. Para eso sí tengo una explicación. Le encantará verlo, le hará pensar que me tiene y es lo que necesito.

—¿Magnus, me estás prestando atención? —La voz fastidiosa del intento de rey borra la neblina en mi cabeza.

Asiento sin levantar la vista del papel. Me concentro ahora en otra de mis anotaciones.

Sus ojos cafés son tolerables.

Empiezo a creer que son afirmaciones. Debo repetirme todas estas cosas para no arruinar mi actuación en su presencia. Es decir, me agrada, me atrae. De otra forma mi cuerpo no reaccionaría como lo hace. Nada más allá de eso.

—¿Entonces aceptarás? —Insiste, de pie a la cabeza de la mesa.

—No lo creo. Sigourney no merece una oportunidad.

—¿Y tú sí? —Ese tono acusador de juez no le queda bien. Parece más un niño haciendo pataletas—. Le has hecho mucho daño a mi pueblo y yo sigo dándote una oportunidad. ¿No deberías hacer lo mismo? Para mí tampoco es fácil sentarme a negociar contigo, pero lo intento por el bienestar de mi gente.

—Esto es diferente —interviene Brayden. Él entiende lo difícil que es esto.

—Yo lo veo bastante parejo, señor Ingellus. La única diferencia es que ahora ustedes fueron las víctimas. Sé que las cosas están muy recientes, aun así, deberían considerarlo.

—Lo pensaré —No lo haré. Para mí es un no rotundo—. Por ahora doy por terminada la reunión. No tengo nada más que hablar.

Me levanto de la silla y los demás me imitan. Francis, Brayden, Atelmoff, Wifantere menor y mayor. Sin embargo, antes de que pueda escabullirme para ir a ver a la plebeya, Denavritz me llama.

—Me gustaría hablar contigo un momento si me lo permites.

—Tengo otros asuntos —Trato de ocultar mi tedio, aunque me importa poco si no lo consigo.

—Es de carácter urgente.

Todos salen de la sala de reuniones, tomando la decisión por mí. Me quedo en mi lugar para que recite rápido su discurso y pueda largarme de aquí. Él espera a que la puerta se cierre y una vez estamos solos suspira como si fuera a enfrentarse a un niño que le agota la paciencia.

—Sé lo que pretendes y lo que estás haciendo. —No tarda en hablar.

Camina hacia mí, pausado y debo voltear el papel para que no vea la más larga de mis notas.

Su presencia es molesta. Respira demasiado alto y pestañea mucho.
Me gusta la suavidad en su piel y detesto que se cohíba de mostrarla.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora