En el momento en que abro los ojos me encuentro rodeada por los brazos de mi esposo, quien cubre mi desnudez con sus grandes manos y sus pesados músculos
No intento zafarme de ellos pues me encanta como se siente. Estoy protegida en sus brazos, mientras mi cabeza reposa en su hombro, prácticamente escondida en su cuello y mis piernas están enredadas con las suyas.
Me gusta esa sensación de estar unidos de tal manera que no sabes donde acaba donde acaba mi cuerpo y comienza el suyo.
Cuando levanto la vista hacia él, el ya me observa con ojos brillantes y una sonrisa juguetona que obliga a sus hoyuelos a estar presente. Adoro esa sonrisa.
- Buenos días, esposa. - Saluda en un tono cálido.
- Buenos días, esposo. ¿Por qué tan feliz?
- ¿Te atreves a preguntarlo? Es una de mis mejores mañanas.
Pudo asegurar que nunca había visto a Magnus tan feliz. Su sonrisa es genuina y sus ojos son como esmeraldas golpeadas por el sol.
- ¿Podemos quedarnos así hasta la hora del almuerzo? - Pregunto ante la comunidad experimentada.
- Lo lamento mucho, señora Lacrontte pero tenemos un reino que dirigir.
Rueda mi cabeza con suavidad hacia un lado y se levanta de la cama permitiéndome ver de nuevo su desnudez.
- Tú enserio sabes como arruinar los momentos.
- Ambos somos expertos en eso, así que no me culpes solo a mí.
Lo observo caminar fuera de la cama y entonces lo veo. Sus brazos rojos, marcados con arañazos grandes y pequeños que llegan hasta su espalda.
Ruego a la vida que me permita salir de aquí antes de que el pueda verlos, así que me envuelvo rápidamente con las sábanas que están a mi alrededor para escabullirme y evitar cualquier comentario sarcástico ante lo que le he hecho.
Descubro de inmediato que es inútil intentarlo pues antes de colocar un pie fuera de la cama, él ya se encuentra frente al espejo y veo su sonrisa arrogante a través del reflejo mientras se examina.
- Eres una salvaje. - Dice mirándome con malicia por medio del cristal.
- Por favor, cállate. - Pido cubriéndome de la vergüenza.
Sus carcajadas varoniles retumban por la habitación haciendo que el rubor se esparza por mis mejillas.
- ¿Qué pensaste? ¿qué no iba notarlo? - Pregunta divertido.
- Esperaba que al menos pudiera irme antes de que los vieses.
- Aunque no los viera, los siento. El ardor no pasa desapercibido.
- Cállate por favor. - Ruego nuevamente.
- No te preocupes tú también debes tener algún rastro mío en tu cuerpo.
- Y ¿con eso se supone que estamos a mano?
- Exactamente, aunque veo que tú te esmeraste más. - Arguye con una sonrisa arrogante. - Deberías darme una oportunidad para volver a intentarlo.
Cuando me levanto de la cama para darle un golpe en el hombro, siento un dolor procedente de la parte baja de la pelvis y tengo la sensación de aún tener las manos de Magnus agarradas fuerte a mis caderas, recuerdo vivo de hace unas horas.
Es imposible no quejarme por el dolor que no es del todo malo, incluso ofrece una buena sensación.- ¿Te duele? - pregunta preocupado.
- No. - Miento.
Tomo el abrigo y lo pongo sobre mi cuerpo para así dirigirme a mi habitación. Me niego a verme en el espejo frente a Magnus, lo haré cuando me encuentre a solas.
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Las cadenas del Rey. [Rey 2]
General FictionLa hija de los perfumistas Malhore ahora vive en el palacio, después de ser traicionada por quien creía era el amor de su vida. Siendo prisionera del nuevo Rey Stefan Denavritz, Emily empezará a envolver su corazón en una guerra de sentimientos, cua...