Emily
Mereces todo lo bueno que la vida pueda ofrecerte y aún así ella quedaría en deuda contigo.
Magnus VI Lacrontte Hefferline.
Esa es la nota que recibí hace una hora, misma que desde entonces me ha afligido el corazón. Debí tirarla, quise hacerlo, pero no pude. Sin embargo, me he armado de valor y he sido imbatible. Es medianoche y los guardias lacrontters ya han venido dos veces a decirme que su rey quiere verme y las dos veces los he mandado a contar granos de arroz. No sé en dónde están mis guardias. Por primera vez los extraño y por primera vez también empiezo a creer que los sobornan con dinero.Me preparo para dormir. Estoy empezando a trenzarme el cabello cuando de repente la puerta se abre y se cierra de golpe con un estruendoso sonido. Magnus ha entrado en mi habitación. Ni siquiera me mira. Va derecho al ventanal y cierra las cortinas con enojo.
—¡Qué sorpresa! —Abre los brazos, igual que si tuviera el papel principal de un drama trágico—. Pensé que te encontraría con tu amigo Cournalles.
—¿Qué haces aquí? —Salgo de las sábanas y me pongo de rodillas sobre el colchón—. Vete de mi alcoba.
—Tú y yo vamos a hablar.
—No tengo nada que decir, así que vete.
—Pues yo tengo mucho y me vas a escuchar. Vamos a mi habitación. Al lado tienes a Denavritz y podría oírnos. No me hagas perder la paciencia que sabes que no tengo.
—El que no escucha eres tú. No iré contigo a ningún lado. Eres un mentiroso.
—Emily es la última advertencia.
—¿Me adviertes? ¿Tú me adviertes? ¿Con qué derecho? Ya esta todo claro. No hay nada entre nosotros y ¿sabes qué? Funciona para mí, así no tengo que devanarme la cabeza cuidando lo que hago para que no te enojes. Sigue con tus acuerdos, toma las decisiones que quieras y luego vuelve a tu palacio, Magnus VI Lacrontte Hefferline.
Suspira con una sonrisa incrédula que es ofensiva. Estoy harta de que se ría en situaciones así, que no me tome enserio.
—¿Es eso un regaño? —pregunta, poniendo las manos en sus caderas—. ¿Usas mi nombre completo para regañarme? Porque no funciona conmigo.
—No me interesa lo que pienses. Ya dije lo que tenía que decir. Ahora vete de aquí, porque no me interesa escucharte. Ya lo dijiste todo en el periódico, en el comedor y los viñedos.
—Todo eso tiene una explicación. Solo tienes que darme unos minutos.
—¿Qué explicación? Lo único que se puede sacar de eso es que eres malo conmigo y yo lo supe desde el principio. No debí confiar en ti. Sabía que esto pasaría y aquí está. Ya pasó.
Parece darse cuenta de su comportamiento. Sus hombros caen y me mira mucho menos enfadado.
—No pretendo ser malo contigo —Se acerca a mí, lento, cuidadoso—. Puedo serlo con todos, pero no pretendo ser así contigo.
—Pues lo eres. ¿Por qué te molesta tanto que me acerque a Ansel?
—No me molesta, solo no disfruto el mirarte a su lado.
—Entonces si te molesta.
Y otra vez su enojo se enciende. Se pasa las manos por el cabello, luego por las mejillas y finalmente el mentón. Está colérico.
—Me juraste que no ibas a permitir que ese hombre te tocara y eso incluye que tú tampoco puedes tocarlo.
—¿A qué estás jugando tú? ¿Crees que me importan los juramentos que te hice? Me humillaste frente a todos. Eres un idiota.
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Las cadenas del Rey. [Rey 2]
General FictionLa hija de los perfumistas Malhore ahora vive en el palacio, después de ser traicionada por quien creía era el amor de su vida. Siendo prisionera del nuevo Rey Stefan Denavritz, Emily empezará a envolver su corazón en una guerra de sentimientos, cua...