Capítulo 13.

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Emily

Magnus está frente a mí con una capa negra que llega a sus pies. El broche dorado en su cuello brilla cuando lo alumbro con la lámpara a gas, casi como una joven perdida en el bosque que trata de iluminar el camino de regreso a casa. Su traje oscuro lo camufla en la penumbra, pero la luna llena y clara lo expone ante mis ojos. Un contraste sombrío si tomamos en cuenta la vegetación colorida que ahora parece muerta por la oscuridad de la noche.

—Pensé que te vería hasta mañana —confieso mientras sostengo en la mano izquierda la canasta que Francis me dio—. ¿Puedo preguntar que hacemos aquí?

—Quería verte.

La respuesta me anima el corazón. Estar todo el día encerrada en la alcoba del palacio es fatigoso. He leído libros que ni siquiera me interesan, todo para distraerme un rato. Ya no sé ni de qué hablar con Leslie. Hemos agotado todos los temas de conversación que podríamos tocar.

—¿Acaso tú no me extrañabas? —Añade con ese tono sencillo que me agrada escucharle. No es soberbio, es él y ya. Un hombre encantador que le habla a la chica que le gusta.

Las ruedas del carruaje detrás de mí hacen crujir la hierba cuando se pone en marcha y se aleja. Los caballos obedecen después de un par de relinchos, dejando nada más que el sonido de la herradura contra el suelo.

—Yo siempre te extraño —confieso. Es verdad. Sin contar a Leslie y Atelmoff, él es mi única compañía aquí.

La sonrisa se le extiende por el rostro. Es bonito verlo sonreír. Es fresco, natural, agradable. Me hace sentir cómoda y feliz. He descubierto que me gusta provocarle ese gesto. Es como una recompensa personal.

—Ven aquí. —Me extiende la mano y voy hacia él, confiada.

Me quita la canasta y la pone a un lado de nuestros pies y luego hace lo mismo con la luminaria. Sus manos van de inmediato a mi cintura, apretándome con fuerza. Sus dedos rodean mi figura con ganas, encontrándose con el corsé de mi vestido verde bordado con margaritas blancas. Me lo puse para él. Todo es para él.

—¿Es por mí? —pregunta lo que deseaba.
Ahora soy yo quien sonríe mientras asiento. Sus hoyuelos se profundizan, satisfecho por la respuesta. Y es ahí donde empieza la sensación abrasadora de calor dentro de mí.

—Quiero que me lo digas y usa mi nombre al final. —Ordena con la autoridad de un rey a su súbdito.

—Es por ti, Magnus.

Su cuerpo está demasiado cerca y me tienta. Lo extraño es que ni siquiera sé a qué. Su aroma sobrevuela a mi alrededor, me nubla, me enreda y no me molesta ni un poco que haga migajas mi raciocinio.

—Emily, hoy quiero que me obedezcas. ¿Lo harás?

—Intentaré hacerlo.

Su mano va a mi cuello como enredaderas. No es delicado, aunque tampoco se me dificulta respirar. Siento el frío metal de sus anillos sobre mi garganta y sus dedos largos sosteniéndome con ímpetu.

—¿Me tratarás bonito? —cuestiono desconcertada por no saber a dónde nos llevará esto.

—¿Te gusta que te traten así? —Asiento levemente debido a lo poco que su agarre me permite mover la cabeza—. Digamos que me gusta ser un tanto más fuerte. ¿Eso supone un problema para ti?

—¿Qué tan fuerte?

—Eso lo decides tú.

Respiro profundo para calmar la revolución de mis emociones. No soy adivina, pero sé que algo pasará. Lo presiento, cosquillea en la punta de mis dedos.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora