Capítulo 37.

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Camino en medio de la oscuridad de la noche, solo iluminada por algunas lámparas callejeras que me hacen vislumbrar mi andar.

Las calles se sienten frías y húmedas, el panorama es desierto. Realmente ya es muy tarde, aproximo que el reloj debe estar marcando las 10 y sin un triten en mi bolsillo no sé en donde pasaré la noche.

No tengo idea de cómo salir de este reino o conseguir un carruaje que me lleve hasta Mishnock, la verdad estoy perdida en una nación desconocida y la soledad de esta noche comienza a asustarme.

Mi corazón se encuentra dolido frente a los eventos que sucedieron el día de hoy.
Me siento sola y cansada por todo lo que he vivido y a decir verdad ya no podré soportar un día más de cautiverio o de humillaciones de parte de aquellos a quienes les apetece.

Reprimo las lágrimas de mi alma afligida mientras tránsito por callejones oscuros y mercados desiertos de Cristeners, al no tener un lugar fijo al que llegar.

Estoy consciente de lo expuesta que estoy al peligro, pero en este reino no tengo ningún amigo o al menos conocido que pueda socorrerme. Estoy sola y mi único objetivo es encontrar un parque para pasar la noche.

En una calle nombrada como Lintong, encuentro un pequeño hostal y sin duda me sumerjo en este, para resguardarme del frío de la noche que ya ha hecho erizar mi piel en más de una ocasión.

Me acerco al mostrador donde un hombre delgado y alto, de nariz larga y fina con lentes redondos y gruesos, se encuentra de pie con la sonrisa de alguien que está a punto de ganar algunas monedas en pocos minutos.

- Hola, ¿cuánto cuesta una habitación? - Pregunto al idear una manera de pagar.

- 8 Calers mi señora. - Responde el hombre y deduzco que ese es el nombre de la moneda Cristeners.

- Puedo darle esta pulsera por una habitación. - Ofrezco negociante.

Al no tener dinero alguno en mi bolsillo le extiendo la prenda que me regalo Stefan en mi cumpleaños, aún sabiendo que vale mucho más que 8 Calers.

El hombre la escudriña con avaricia, poniendo una luz cerca de esta.

- ¿Sabes que puedes rentar todas las habitaciones con lo que vale esto? - Informa levantado la pulsera en el aire.

- Comprendo, pero solo quiero una. - Digo desanimada. - Mírelo como una oferta.

El hombre me ofrece una llave plateada con el número 16 grabado en un trozo de cuero café y en silencio me dirijo hasta la habitación designada.

Abro la puerta que chirría al ser movida, enviando un eco tenebroso a la alcoba.
El piso de madera cruje bajo mis pisadas, pero aún así avanzo. Las paredes están empapeladas con un estampado de arabescos grises.

Una alfombra desaliñada y desgastada por los años de uso, descansa junto a la cama y una lámpara que aporta poca luz esta situada sobre la mesa de noche a la que le falta una gaveta. Un pequeño bombillo expande una luz amarillenta por la habitación, mientras el frío de la noche se cuela por la diminuta ventana que está cerca al techo.

Camino hacia la cama con los pies doloridos y al llegar a ella siento como el colchón se hunde bajo mi peso, me acomodó en una esquina envolviendo mis piernas en mi pecho y acomodando la cabeza sobre mis manos cerradas.

Mi corazón afligido me recuerda lo vivido, pero aún así intento no darle protagonismo a mis penas. Ato mi cabello en una trenza larga para que no continúe despeinándose y lo llevo hacia mi espalda para que no me moleste.

El sueño me vence de inmediato por el cansancio de mi cuerpo ante la caminata.
Las ganas de llorar me invaden pero mi deseo por dormir es más fuerte.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora