Capítulo 35.

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Emily

Magnus fue conmigo hasta la frontera. Allí nos despedimos. No acepté su abrazo cuando me lo ofreció y él no insistió. Para esto sí tuvo palabra. De verdad, espero no volver a cruzármelo.

Al pisar Cristeners, ya había guardias esperándome. El anuncio de que estaba desaparecida se corrió a voz interna. Supongo que los Wifantere no querían que su pueblo supiera que el esposo de su hija estaba buscando a su amante. Llegué al palacio horas más tarde y corté el sermón que Stefan me tenía preparado, soltando todo lo que ahora sé. Enmudeció, palideció, pero, para mi mala suerte, no llegó a desmayarse. Le insistí para que llamara a Atelmoff y, de mala gana, aceptó. No me quiere en esto, pero Nahomi es como mi abuela y necesito saber todo lo que pueda.

—¿Cuándo te enteraste? —pregunto a quemarropa.

—Hace muchos años —Atelmoff contesta con un deje melancólico—. La reina me lo confesó.

Él, a diferencia de Stefan, no mostró ninguna sorpresa de que yo estuviera al tanto. Supongo que imaginaba que Magnus me lo contaría.

—¿Por qué? ¿Por qué no se puede saber que Nahomi es la madre de la reina?

Stefan se ha quedado en el rincón de la habitación, de espaldas al balcón, conteniendo la furia por mi huida.

—Esto va más lejos de lo que crees.

—Esa no es la respuesta que busco.

—Vergüenza. —Stefan se da vuelta y me encara—. Madre era una plebeya de un pueblo sin más. Él, el príncipe heredero. Y, conociendo su orgullo, es obvio que no quiere que sus súbditos se enteren de que ella era alguien sin título. Es más fácil la historia de unos padres muertos.

Padre e hijo se parecen más de lo que creía, después de todo.

—Control, además —el consejero repite—. La reina Genevive era muy vulnerable. Una muchacha humilde frente a un futuro rey. Se sometió a sus reglas.

—¿La reina es la única hija de Nahomi?

—Sí. Solo eran tres. Padre, madre e hija. El primero murió poco después del matrimonio de los reyes y luego se decidió traer a la señora Pantresh a Palkareth. Desde ahí la protegemos.

—¿Los padres del rey Silas nunca supieron que ella era plebeya?

—Ellos fueron la razón principal por la que Silas inventó esa mentira. El desagrado de ellos por los plebeyos no tenía límite, sobre todo el de su madre, la reina. Entonces, su hijo no podía presentar a una de ellos como novia.

Masajeo mi frente. Esto es demasiado que procesar. ¿Cómo ocultaron esto tanto tiempo?

—No creas que esto es fácil para mí —dice Stefan—. Acabo de enterarme de que tengo una abuela. ¿Sabes cómo se siente descubrir algo así después de tantos años? Siento muchísima rabia, incluso contra mi madre. Pudo habérmelo confiado. Recuerdo cuando vi a esa mujer en tu casa, ¿lo recuerdas?

No lo olvido. Stefan había ido a buscarme a las tutorías y después de eso fuimos a casa. Cuando la visita acabó, mamá descubrió a Nahomi sentada en la entrada. Ella dijo que estaba esperando a que yo regresara de tutorías. Era mentira. Ella sabía que Stefan, su nieto, estaba en casa y no quiso entrar, pero se levantó de golpe una vez lo vio salir.

¿Cuántas cosas sabe Nahomi? No. ¿Cuántas cosas sabe Nahomi por intuición y cuantas le contó la reina?

Recuerdo que esa tarde recuerdo me preguntó si yo sentía que era infiel. ¿Infiel por qué? En ese momento el único hombre en mi vida era Stefan. Se refería acaso a… ¿Magnus? Igual que… el quince de agosto. ¿Todo eso tenía que ver con él? Dijo que el quince de agosto finalmente vería al amor de mi vida a los ojos, pero que no nos reencontraríamos porque él ya había cambiado, que debía conocerlo de nuevo.

Doy un paso atrás. Esto es más grande que yo. Mucho más. Siento el peso de diez pianos sobre la espalda. ¿Cómo? Ella sabía lo que pasaría con él. Ella sabía de la historia que me contó mi padre, que conocí a Magnus de pequeño. ¿Tal vez Nahomi le había hablado a la reina de mí y la reina le contó de ese encuentro? ¿Habrá sido papá? ¿O mamá, quizás? ¿O sería algo suyo y nada más?

Ese día, el quince de agosto, cuando Atelmoff vino a la perfumería para llevarme al palacio, ella ya sabía que Magnus estaba ahí. Por eso intervino: al ver la resistencia de papá por dejarme ir, le dijo que yo me merecía ir a ver al amor de mi vida y que solo me regañaría un poco. A eso se refería. Ese día, Magnus me reprendió por entrar a la sala de reuniones sin antes llamar a la puerta.

Siempre fue él. Según ella, ¿le era «infiel» a Magnus con Stefan porque él era el indicado para mí. No, Nahomi, en eso te equivocaste. Me niego a pensar que el amor de mi vida sea Magnus.

—Emily, ¿qué te pasa? —Oigo la voz de mi carcelero lejana y parece que de repente no estuviéramos en la misma habitación. Es como si me hablara a metros de distancia.

Tengo la mano en el pecho, como si con ello pudiera controlar mis latidos desenfrenados. No recuerdo ni siquiera en qué momento moví el brazo.

—Estoy bien. Solo un poco aturdida, es todo.

En parte, es verdad. Me niego a creer, me niego rotundamente. ¿Yo era la infiel? ¿Y él con Vanir? O con esa chica Gretta. Si nos amparamos bajo esos términos extraños y radicales, si la idea de Nahomi era que teníamos que esperar por el otro, él también falló.

—Te ves pálida, querida. —Atelmoff se me acerca y me toma del brazo—. ¿Qué sucede?

Siento como si fuera diminuta y estuviera dando vueltas en las aspas de un molino de viento.

—¿Crees saber en dónde está Nahomi? —pregunta en un susurro.

Nahomi, claro. La desaparición de Nahomi. Eso es lo importante aquí, no Magnus.

—No tengo la menor idea de su paradero —me las apaño para responder—. ¿No creen que la tenga Silas? Si es con ella con quien amenaza a la reina para que no se divorcie, lo más sensato es que él la tenga.

—Fue la primera opción. Que la reina se rebelara y se la llevara para amedrentarla con su madre, pero él no la tiene. Sin embargo, estoy convencido de que sí sabe en dónde está.

—¿Cómo se comunican con Silas?

—Eso no es lo importante. Lo apremiante es encontrar a la señora Pantresh. Yo estoy a favor de la reina, no de él.

—¿Por qué no la ayudaste a escapar, entonces? Así la reina quedaría libre.

—Tiene guardias enviados por Silas que la custodian todo el tiempo. Es fácil para Magnus comprar a los guardias de tu puerta para que puedan verse, pero no es lo mismo con los guardias que protegen el mayor secreto de los Denavritz. Saben que un error lo pagarán con la muerte. Si se la llevaron, fue por órdenes de Silas. El problema es descubrir a dónde.

No tengo la menor idea. Esto es demasiado confuso, enredado. Es buscar un grano de sal dentro de un costal de azúcar. Hay tantos caminos que nos llevaría años seguirlos todos.

—¿Nunca te habló de algo, de alguien? —me pregunta Stefan.

—Jamás. Lo único que mencionaba era el mar de Hilffman, pero ahora ya sé que el mar es Silas.

—Ya buscamos en Hilffman, en su pueblo natal —explica Atelmoff—. No hay rastro de nada. Estamos en un laberinto. Fue por eso por lo que Stefan incluyó a Magnus. Seguro él puede encontrarla.

Me hierve la sangre cada vez que lo mencionan.

—¿No tenemos nada con lo que amenazar a Silas? —propongo—. Podríamos jugar su propio juego y chantajearlo con algo.

—No hay nada lo suficientemente importante como para herirlo. —Amoff me mira con una desilusión que se nota que le pesa.

—Es decir que sí hay secretos.

—Más de los que me gustaría que fueran descubiertos.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora