No he sido capaz de visitar a Rose en su celda, aún cuando sé que se encuentra recluida en la prisión que está dispuesta aquí en el palacio. No sé si soy cobarde o es que quizás el tiempo no me ha alcanzado, pero estos 4 días solo me han servido para visitar a mi familia y hacer teorías sobre el pasado con papá.
No hemos insistido en enviar cartas pues sabemos que Atelmoff no las recibirá, lo cual ha hecho que me decida a contarle la verdad a Magnus o al menos una parte de esta.
Hoy haremos el retrato familiar por lo que mi mis padres vendrán al palacio y posarán horas junto a nosotros para quedar grabados con carboncillo y perpetuar el registro del linaje Lacrontte por la eternidad.
En estos días Magnus me ha enseñado muchas cosas de la monarquía y hemos estado más unidos que nunca. Pasamos todo el tiempo juntos y no hay nada que adore más que esto. Tanto así que me he dado cuenta de algo que mi corazón insiste en mantener en silencio.
Lo amo, en verdad amo a este hombre. Pero me da algo de temor revelarlo, nos falta mucho camino por recorrer y yo aún no me acostumbro del todo a ese carácter volátil que lo caracteriza, por lo que debe sonar tonto, pero no me atrevo a confesarlo por miedo a su reacción.
Bajo a desayunar un poco retrasada pues últimamente nunca me alcanza el tiempo, por lo que voy escaleras abajo con rapidez debido a que Magnus no es el hombre que va a esperarme para comer juntos, por lo que debo apresurar el paso antes de que ya no lo encuentre en la mesa.
Al llegar lo veo consumir avena y frutas, sonríe al verme mientras me ofrece un lugar a su lado.
Observo el montón de comida en la mesa y debo confesar que nada me apetece. Intento tomar un poco de avellanas y su sabor me hace marear.- Hay tartaleta de frambuesa, tu favorita. - Dice al ver mi expresión de desagrado.
Sin duda alguna eso es algo que deseo en estos momentos. Sé que no es un desayuno sano pero es lo único que a mi estómago parece agradarle en estos momentos.
Tomo la tarta al mismo tiempo que Magnus toma una de durazno para consumirla con avidez pero solo hace falta probar la primera cucharada para asquearme por completo.
- Esto sabe horrible. - Comento al aire.
- ¿Pero qué dices? Es tu favorito. - Arguye anonadado. - ¿Sabe tan mal? ¿Quieres que despida al cocinero.
- No creo que sea culpa del cocinero, solo que hoy no me gusta. - Explico apartándolo con asco. - Creo que hoy comeré tartaleta de durazno.
- Bien, Emily. ¿Dime qué sucede? - Cuestiona extrañado al verme tomar su tenedor.
Tomo un trozo del postre y lo consumo con agilidad para escupirlo de inmediato. En verdad odio la tarta de durazno.
- Sigue sin gustarme. - Afirmo. - No sé como puedes comer eso.
- ¿Qué te ocurre hoy, Emilia? - Insiste nuevamente.
- Nada, solo preferencias ocasionales.
Termino robándole su antiguo plato de comida para dejarlo a la mitad, lo cual lo hace enojar pero poco me importa.
- No me gustan tus modales del día de hoy. - Replica levantándose de la mesa.
- Supongo que debo disculparme, pero no lo haré.
- Maleducada. Siempre lo has sido.
- ¿Vamos a discutir? - Pregunto ante su molestia.
- Yo no estoy enojado. ¿Tú lo estás?
- Bueno no, pero siéntate. - Le pido. - Quiero hablar algo contigo.
Me mira expectante mientras toma asiento, ignorando toda la comida que tenemos frente a nosotros y me pregunto ¿qué harán con aquello alimentos qué no consumimos? Espero se los den a alguien que en verdad lo necesite.
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Las cadenas del Rey. [Rey 2]
General FictionLa hija de los perfumistas Malhore ahora vive en el palacio, después de ser traicionada por quien creía era el amor de su vida. Siendo prisionera del nuevo Rey Stefan Denavritz, Emily empezará a envolver su corazón en una guerra de sentimientos, cua...