Capítulo 27.

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Magnus

Esperaré hasta el día en que me des la oportunidad de recibir tu perdón.

Siento que tengo una daga en la garganta y que estoy en la cúspide final, muriendo. Peleo con mi camisa como si estuviera llena de larvas que me comen la piel. Es asfixiante. Me la arranco del cuerpo y los botones vuelan por la violencia. No soporto mi vida ni lo que hice. Las manos me tiemblan, la cabeza me duele y el corazón me late rápido, aunque parece que en cualquier momento va a detenerse. Ojalá lo hiciera.

He dicho las palabras más difíciles que pude haber pronunciado. No fui capaz de mirarla a los ojos. Si lo hacía, la habría abrazado, me habría arrepentido y habría detenido todo. No era posible. No le iba a hacerle eso a mis padres. Ellos son lo único importante. En eso no mentí esa noche. Lo más sagrado para mí son ellos dos. Para mí, ellos son mi patria, no Lacrontte ni los reinos que le añada. Son Elizabeth II y Magnus V. Ellos son mi patria. Emily es gran parte de mi mundo, una de las piezas principales, pero no la principal.

—Hice lo correcto, ¿verdad? —le pregunto a Francis, quien se mantiene en silencio cerca a la puerta.

—Eso es algo que solo puede responderse usted. —Su tono es implacable—. ¿Siente que hizo lo correcto?

—Sí. Hice lo correcto. Lo hice por mis padres.

—Siendo así, felicidades.

Está furioso, pero no puede gritarme u ofenderme. Al fin y al cabo, soy su rey y me debe respeto.

—Suelta lo que sea que tengas que decir.

—Estoy muy decepcionado de usted. Lo que hizo es… —Se le quiebra la voz. Es la primera vez que veo su temple tambalearse—. No pensé que haría algo así, es todo. Supongo que no lo conozco tanto como creía.

—Sabes que soy capaz de mucho más.

—Estoy al tanto. No obstante, no creí que lo hiciera con la persona que hace poco me confesó que le encantaba.

—Denavritz me pidió que lo hiciera.

—¿Desde cuándo le obedece al rey Stefan?

—Desde que tiene información sobre Silas que está dispuesto a brindarme.

El trato era sencillo: «Rómpele el corazón y te daré lo que buscas».

Me dejó leer la información que tenía. No toda, por supuesto, solo ciertas piezas. La palabra final se la reservó para el momento en que yo cumpliera con mi parte. Pero ahí estaba. Emily me habló de ello una vez. Silas tiene algo con lo que chantajea a la reina Genevive. Ahora Denavritz sabe qué es. Ahora yo sé qué es. Él traicionaría a su padre si yo traicionaba a Emily.

—Pues ya la tiene. Debería estar feliz.

—Te ordeno que dejes el maldito sarcasmo, Francis. Mi cabeza ya me tortura lo suficiente. No lo hagas tú también.

Las imágenes de lo que pasó me atormentan. El odio en su mirada, su agonía y su desesperación hicieron que me deteste a mí mismo. Cuando la sacaron del carruaje y la llevaron a otro, no supe qué otra cosa hacer más que gritar. Tengo la garganta irritada, los labios secos y un ardor en el pecho. No soy capaz de comparar esto más que con el dolor que sentí cuando Sigourney me quemaba la piel.

—La verdad es que no tengo nada que decir. Me gustaría tomarme el día libre. Espero que me lo permita.

—No me puedes dejar ahora. Necesito que estés aquí.

—Le queda el señor Ingellus. Puede hablar con él si lo desea.

—Sé valiente y di lo que piensas.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora