Capítulo 31.

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Magnus

Cuando vine ayer y su madre me recibió, pude ver la rabia en sus ojos. Quería convertirme en comida para animales. En ese momento lo supe: Emily le había contado. Cuando aparecí por primera vez, todos me veían con temor, incluyéndola, y ahora su rabia era obvia. Me paralicé por un segundo. No sabía cómo dirigir la conversación cuando ella se negó a llamar a Emily. No tenía nada con que convencerla o presionarla. Yo era el que estaba contra la pared y lo sigo estando.

Hoy regresé a la casa de la abuela Malhore. Una vez más estoy sentado en su sala, solo que esta vez tengo a su padre enfrente. ¿Piensan rotarse cada día? Ya vi de dónde sacó Emily el color de sus ojos. Tiene unos ojos cafés, grandes, escudriñadores, muy expresivos. Quiere sacarme las palabras con la mirada, igual que lo intenta ella.

Debí traer a Francis conmigo. Él me hubiera aconsejado sobre lo que debo decir, porque no tengo la menor idea. Los padres de Vanir no se cansaban de darme atenciones. Es extraño para mí ser el amable ahora.

—Mi hija no está aquí —me habla. Siento cómo se cohíbe. No está feliz de verme, pero finge calma. No lo hace bien—. Y no volverá sino hasta muy tarde.

—Lo comprendo. Puedo esperar. Tengo mucho tiempo.

Moverme aquí no es lo más inteligente, por eso trato de no estar fuera donde la gente pueda verme. La paz está firmada y eso debería darme seguridad, pero lo cierto es que no confío en nadie. Si Silas se entera de que estoy acá, hará lo que sea para capturarme. Solo me quedaré una semana. Así no tendrá tiempo de ser informado, realizar un plan y ejecutarlo. Es bueno que este lugar sea tan solitario. No hay muchos residentes y los que hay están alejados entre sí. Es un buen sitio para perderse. Además, no tengo tiempo. Los guardias que custodian a Emily ya han debido avisar de mi presencia y en cualquier momento aparecerá Denavritz con sus reclamos estúpidos.  

—Entenderá, majestad, que no es sencillo para mí tenerlo aquí y hablar con usted.

—No tenemos que hablar si no quiere.

¿Qué piensa? ¿Que vine a verlo a él? Por la manera en que me mira, receloso y desconfiado, sé que no sabe nada. No como su madre. Él todavía está perdido. Podría usar eso a mi favor. Ponerlo de mi parte y que me ayude.

 —Me gustaría hablar de su hija, mi novia.

—Emily nos dijo que usted no es su novio.

Esto va a ser más difícil de lo que pensé.

—Lo soy. —Trato de no perder la paciencia. No me conviene—. Ahora estamos distanciados, pero lo soy.

—No sé qué le ha hecho usted a mi hija. Ella no me lo ha querido contar, pero lo único que espero es que no sea lo que me imagino.

Ahí está. No lo sabe.

—¿Qué le cuenta su imaginación, señor Malhore?

—Se aprovechó de ella. La obligó a…

—No. —Corto en seco semejante arbitrariedad—. Tiene usted la peor imaginación.

—Soy un padre preocupado por el bienestar de mi pequeña. Usted es el rey enemigo. Su historial no lo hace la mejor persona a mis ojos.

—Ya firmé la paz —intento por otro lado. Pelearme con él causará que Emily se aleje más de mí—. Eso debería limpiar al menos la huella de mis pasos.

—Digamos que tiene razón. Aun así, no me es sencillo pensar que mi hija esté a su lado.

¿Cómo que “digamos”? ¿Qué se cree este viejo?

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora