Capítulo 21.

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Magnus

Lo voy a asesinar.
Lo he estado pensando las últimas tres horas. Voy a asesinar a Aldous Sigourney y no solo eso, voy a quedarme con Grencowck.

Había sentido furia antes, muchas veces en mi vida. Pero hoy, hoy se sintió como si un tren fuera de control me arrastrará kilómetros. Mi cuerpo reaccionó antes que mi raciocinio. Ni siquiera me di cuenta en qué momento me levanté, pero antes de controlarlo ya había arrastrado a Sigourney al suelo y mi mano ya golpeaba su rostro. Exploté cuando lo vi golpear a Emily. No podía contenerme a eso.

Él sabía lo que hacía, sabía que después de eso los acuerdos iban a llegar a su final, pero quería tener algo con lo que manipularme en un futuro, quería asegurarse de que era ella el camino, quería hacer conmigo lo mismo que yo hago con Stefan. Y lo consiguió. Le di lo que quería. Le dejé ver que tengo una debilidad por esa mujer. Por Emily.

No medié palabra con nadie, no me fijé en nadie, no le hice caso a nadie. Y claro que escuché los gritos, las advertencias, escuché a mis guardias, amenazar a los grencianos, escuché luego los disparos y los pasos de quienes huían. El problema es que no podía parar. En mi cabeza solo estaba la imagen de la escena. Se repetía una y otra vez. ¿Cómo se atrevió a golpearla? Emily no se toca, no se mira, no se daña.

Recuerdo mis anillos contra su rostro y mis nudillos en carne viva, destrozados, ardientes. Buscaba un lugar nuevo que golpear cada vez. Sus mejillas, su nariz, su mentón. Era una pintura sangrienta y viendo el resultado podría considerarme un buen pintor. En cada embiste sentía sus huesos, su tabique roto, las órbitas de sus ojos hinchados, sus dientes ensangrentados y también la cólera.

Intentó alejarse de mí muchas veces, intentaron alejarme de él muchas veces y no cedí, no hasta que los disparos rozaron mi cabeza y mis guardias no tuvieron otra opción que lanzarse sobre mí para protegerme. Me bloquearon por completo, no podía moverme. Estaba sobre Sigourney, manchando mi ropa con sus fluidos.

—No creo que los pueda retener mucho tiempo, majestad —Lorian Wifantere me mira desde la silla de enfrente. Estamos en la biblioteca del palacio. No sabíamos a donde más ir. Sentía que en el piso de las habitaciones podían escucharnos—. Dos horas como mucho. ¿Le servirá?

—Necesito al menos cuatro.

Estamos solos. Ingellus está con Francis. A ese maldito le dispararon en el brazo. Mala puntería de los grencianos. Si al menos hubieran atinado me lo habría quitado de encima.

—¿Bajo qué razones? —cuestiona. Se inclina hacia adelante y apoya los codos en sus piernas—. Es la caravana del rey y van de salida. No hay razón para retenerlos.

—Revisión de los carruajes, de las carretas, de lo que sea. Pero hazme ganar tiempo.

—Eso hará enojar al rey Aldous. No nos conviene convertirlo en nuestro enemigo.

—¿Y si te conviene que yo lo sea?

Las palabras se me salen con rabia. No debí decir eso. No puedo amenazarlo cuando lo que requiero es su ayuda. Él reacciona. Se yergue como si de repente hubiera sacado un arma y lo estuviera apuntando con ella.

—Estoy pidiendo tu ayuda —le hablo despacio. No con calma, solo despacio—. No me decepciones, Wifantere.

—¿Esto es por ella? ¿Por la señorita Malhore?

Esperaba esa pregunta. Sabía que la incluiría. Tiene la fijación de siempre mencionarla cuando estamos hablando. Y en parte, claro que es por ella, pero eso a él no le incumbe.

—Sigourney me atacó. Quiero venganza.

—Toma la decisión después de que la golpearon. Considero que sí hay relación.

Las cadenas del Rey. [Rey 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora