Capítulo 22.

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Bárbara López.

Será el primer cumpleaños que pasaremos juntas, subimos al coche, a pesar de ser marzo, el clima es muy fuerte, la noche está en su punto máximo y parece que sus ojos resaltan aún más.

- ¿A dónde vamos?

- Bueno no estoy del todo segura. Pero prometo que será lindo.

- Confío en ti, no tienes que prometerlo.

Conduje por las calles, no sé que decir, porque realmente quiero decir mucho, pero aun no estoy segura de si es el momento correcto para hacerlo. Giré el coche por la derecha y tomé la carretera, necesito un lugar solo, un lugar en el que nadie nos sorprenda, no haya paparazis, ni chicas del fandom o nadie más que ella.

Así que después de cuarenta y cinco minutos, habíamos llegado, ya no se veía como solía verse, estaba deteriorado, pero la magia que se sentía era la misma, tomé la mochila que traía en la parte trasera, bajamos del coche, abrí el portón y entramos.

- ¿Dónde estamos?

- Es la casa de mis abuelos, pase gran parte de mi infancia aquí.

- ¿En serio? -e me ayudo a cerrar el portón gigante.

- ¿Ellos están aquí?

- No, mi abuelo murió hace poco tiempo.

- Lo siento -me abrazo.

- Tranquila, creo que ya lo acepté, y bueno, cuando eso sucedió mi abuela se fue a la ciudad, era mejor para todos, pero ven, quiero que conozcas mi parte favorita.

Corrimos por la vereda del jardín, y ahí estaba frente a mis ojos, el enorme árbol que me hizo tan feliz en más de una ocasión.

- Mira, te presento la casa del árbol. ¿Te gustaría subir?

- ¿Es seguro? -dijo nerviosa.

- No te expondría, vamos.

Amarré la mochila a la cuerda y subí por las escaleras, esperando que la madera siguiera tan firme como la última vez que estuve ahí. Ya una vez en la parte superior, le grite y ella subió.

Tomé la mochila, extendí la cobija que traía conmigo y luego saqué una lampara, una botella de vino y un par de copas, que llené en seguida.

- Ven siéntate aquí -me moví un poco y ella se puso a mi lado.

- Me gusta, el lugar es increíble.

- Bueno, quería compartir contigo este lugar -le sonreí.

- ¿Por qué?

- No lo sé, solo quería hacerlo -le extendí la copa- Por ti.

- Por nosotras -choco la copa-. Me encanta el lugar, la vista desde aquí es increíble.

- Si que lo es.

Giré para observarla, mientras ella bebía un sorbo de su copa, dejé todo de lado y me recargue sobre si pierna, tan solo para alcanzar mi bolso, pero al hacerlo, se doblo de risa, con el leve contacto de mi codo sobre ella.

- No..., no puedo.

- ¿Qué pasa? -pregunte traviesa- Vaya, así que eres cosquilluda Achaga.

- No -se cubrió lo más posible.

- Yo creo que sí.

Me tiré sobre ella y comencé a hacerle cosquillas sobre el estómago y los brazos, me tomo por la cintura, provocando que me fuera hacia ella, cayo de espaldas y yo encima de ella. No podía dejar de reír, mientras que ella estaba en pleno ataque de carcajadas, la contemplo desde aquí, su sonrisa se calma, me observa por un momento, lleva sus manos al mechón de cabello que se había escabullido y lo acomoda detrás de mi oreja, mi respiración comienza a acelerarse, mis brazos se cansan de tanta fuerza y me tiro a un lado de ella, recostada sobre su brazo, se gira un poco, quedamos frente a frente, la vela que estaba a nuestros pies, comienza a apagarse y de repente, la luz se apaga.

Prométeme una sola cosa..., no te vas a enamorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora