Capítulo 52.

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Bárbara López.

Al fin estoy en cama, tengo los pie desechos, pero no sé comparan ni por un segundo con lo desecho de mi corazón; mi noche se divide así.

Lo mejor: hablar con Mariana y recuperarla (de cierta manera).

Lo peor: extrañarte..., extrañarte tanto que duele pensarte.

Contemplo el techo de mi habitación, giro la vista, ohh el señor Tom sigue aquí, me estiré un poco y lo tomé, me aferré a él, aunque tenía un poco de polvo encima, diablos me recuerda tanto a mí, quizás este hermoso a simple vista, pero cuando te acercas y lo observas puedes contemplar lo deteriorado que está, los pequeños huecos que lo adornan y si prestas un poco más de atención, te das cuenta de que su sonrisa ya no es tan hermosa como solía hacerlo, así que señor Tom, eres la mejor compañía está madrugada.

Mi celular vibra, de seguro es ella, levanto el celular, ¿Santiago?, ¿qué querrás?, abro el mensaje, que venía acompañado de un video.

Hola Bárbara Feliz Navidad.
Espero no entrometerme demasiado, pero creo que
deberías ver esto...

Descargar video... (En espera)

Abrí el video, no sé porque lo estoy haciendo, ¿es Macarena?, ¿son sus padres?, ¿escuche bien?, ¿admitió que le gusto?, siento mi corazón latir, siento como mi boca se seca y siento una necesidad enorme de llamarle, de saber cómo estás; pero..., mi dolor sigue predominando mis emociones.

De pronto todo se siente tan vacío, ojalá existiera esa bola de cristal que me dijera que debo hacer, ojala pudiera saber si estoy actuando bien, pero eso no va suceder, la verdad ojalá nunca me hubiese enamorado de ti, ojalá nunca me hubiera enamorado de tus ojos azules, así quizás todo sería más sencillo, pero tampoco es así.

¿Por qué me duele tanto?, ¿por qué no dejo de sentir tu aroma a kilómetros?, ¿por qué no dejo de pensar que aparecerás detrás de la puerta?

Apenas pude dormir, aunque ahora dormir y comer ha pasado al siguiente punto de la lista de prioridades, llorar y extrañarte sí que saben cómo escalar la lista, puesto que llevan la delantera.

Cuando el sol alumbro la penumbra, saqué una silla al jardín y me dedique a contemplar el movimiento de los árboles, el volar de las aves, el perfecto color del cielo y a llorar, llorar mucho, llorar hasta secarme y no poder más. Mi celular comenzó a sonar, es Oscar, pero no tengo ánimos de contestar, y así fue durante los siguientes días, en los que me encerré en mi habitación, comía poco y bebía mucho.

La puerta sonó, era mamá, que cruzo sin preguntar...

- ¿Hija qué está pasando?

- Nada mamá.

- ¿Terminaron? –pregunto consternada.

- No mamá, es solo que quizás nunca comenzó –sonreí.

- ¿Por qué crees eso?

- Ella nunca me tomo de la misma manera que yo a ella –respondí.

- Podría jurar que sí, la forma en que se ven, bueno, me recuerda a cuando conocí a tu padre.

- ¿Qué?

- Hija, a veces el miedo nos orilla a hacer cosas que no debemos, ¿ya hablaron?

- No tiene caso –dije.

- Deberías darle una oportunidad, creo que la merece.

Mi celular comenzó a sonar de nuevo, Oscar estaba insistiendo demasiado, mamá me hizo señas y salió de la habitación, así que conteste.

Prométeme una sola cosa..., no te vas a enamorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora