Capítulo 64.

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Bárbara López.

Llegamos a casa, Macarena casi nunca toma o al menos no de está forma, así que la traigo sobre los brazos en calidad de bulto, entramos a mi departamento, Lana se echo a correr y yo tomé más fuerzas aún para poder cargarla hasta la habitación, le quité los zapatos y luego la desvestí apreciando de esa forma su perfección completa, le puse una blusa blanca larga mía, para hacerla sentir incómoda e intento recostarla de la forma idónea, mientras escuchó su balbuceo.

- Te... amo...

- Lo sé amor y yo a ti -me incliné y besé su frente.

Me recosté a su lado, no era la manera en la que planeaba terminar mi día, pero es la manera que tengo y bueno mi cabeza no ha dejado de pensar en varias teorías.

1- ¿Por qué él tenía que estar ahí?

2- ¿Por qué no lo echo simplemente?

3- ¿Qué quiere exactamente?

4- Y la más importante... ¿es una amenaza real?

Sea cual fuese la respuesta, había logrado quitarme el sueño, sé que debo estar segura de ella, de lo nuestro y de verdad lo estoy intentado, pero hay cosas que me sobrepasan de maneras imponentes y quizás está noche haya sido demasiado para mí. No sé en que momento me quedé dormida, pero cuando desperté mi corazón se sentía sobresaltado, sólo quería verla, escucharla, saber que estábamos bien y que lo estaríamos toda la vida.

- Hola -dije susurrando en su oído, quería despertarla. Necesitaba hacerlo.

- ¿Qué? ¿Qué pasa? -frotaba sus ojos.

- Perdóname por despertarte, necesitaba verte.

- ¿Pasa algo? -me vio extraña

- Nada.

- Bueno, creo que anoche lo arruine -sonrío apenada-, lo siento.

- No tienes que sentirlo, estuvo bien.

- Me duele la cabeza... -dijo tirándose hacía atrás.

- Traeré algo para ti.

Besé su frente y me puse de pie, no suelo fumar constantemente, pero suelo fumar cuando la situación me sobrepasa y está mañana, definitivamente es uno de esos días, puse la cafetera, saqué un vaso de agua y una pastilla y luego caminé a la terraza, encendí mi cigarrillo y mientras lo inhalo, una clase de vacío me recorre, creo que tengo miedo.

Mi celular comienza a sonar, ¿Mariana?, son las ocho de la mañana, diablos Mariana, no estoy en posición de responder, lo siento. Pero su insistencia al teléfono me hizo oprimir la tecla verde.

- ¿Sí?

- ¿Bárbara?

- ¿Qué pasa? -pregunté cuando tomé conciencia del tono de su voz.

- Necesito hablar...

- ¿Estás bien? -pregunté aún más alarmada.

- ¡No!

- ¿Qué sucede? -aventé el cigarrillo al suelo.

- Ya no puedo con está presión sobre mi pecho...

- ¿De qué hablas? ¿Es por lo de Macarena?

- No Bar, eso ya está superado, no puedo decírselo a nadie, me pasé la noche llorando y sólo pude pensar en tomar el celular y marcarte a ti, pero quizás no es buena idea.

Prométeme una sola cosa..., no te vas a enamorar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora